domingo, junio 26, 2005


EISENSTEIN: LA LÍRICA DE LA REVOLUCIÓN

En 1925, para conmemorar el motín del Acorazado Potemkin (1905), Eisenstein realizó su obra homónima, película de películas y un glorioso monumento a la creación humanística. Siempre es bueno recordar a este titán del cine, autor de unas imágenes tan portentosas que trascendieron la mera historia y se convirtieron en leyenda


En cinco actos, esta mítica película –la mejor de la Historia del Cine, según la famosa “lista” de Bruselas de 1958, confirmada en 1990– retrata los acontecimientos que se desarrollaron en Odessa del 12 al 17 de junio de 1905. Obra maestra de Serguéi Mijáilovich Eisenstein, que se realizó en 1925 por encargo del PCUS (el cine había sido nacionalizado por Lenin en 1919), para conmemorar el 20 aniversario de la pre-Revolución rusa, centrándose en el motín del acorazado Potemkin. Sublevación que sería reprimida por la flota zarista, ejecutando a parte de la tripulación insurrecta y desguazando el célebre acorazado (este final es ocultado en el filme, con fines netamente propagandísticos, al tiempo que los autores idealizan el hecho revolucionario).

NUEVA ESTÉTICA.- Es evidente que la cinta posee una enorme carga subversiva y una gran fuerza sentimental de cara al espectador de su tiempo. Por eso, diversos gobiernos la incluyeron entre el material rechazable del “terror rojo”. Pero hoy, la anécdota resulta un tanto pueril y la propaganda política poco menos que una caricatura: gesticulación de los personajes, planteamiento simplista de las situaciones… Sin embargo, sigue convenciendo bajo el prisma meramente artístico. Su estética novedosa –en su tiempo y yo diría que hasta ahora– no ha sido superada por el arte de las imágenes. En El acorazado Potemkin aparece el famoso “montaje de atracciones”, alfa y omega del cine soviético y la dialéctica de la imagen (en este caso, materialista), que sería heredada por los directores marxistas a lo largo de la historia.

Surge también aquí el héroe colectivo, la tipificación de los personajes, la inserción del arte futurista y del cubismo en la composición de las escenas y los encuadres, actores desconocidos, escenarios reales..., junto a ese tono de epopeya popular, de canto épico, a modo de ópera revolucionaria (especialmente, en la versión sonorizada en 1950). Todo ello, pues, adquiere un carácter lírico emocionante, subrayado por un ritmo dinámico que provoca el entusiasmo –no tanto ideológico como artístico– del espectador cultivado.

LECCIÓN.- El ejemplo más claro lo tenemos en la antológica secuencia de la represión en las escalinatas de Odessa –culminación dramática de esta imperecedera película–, la cual es una lección fílmica y cuyo montaje todavía se estudia en las escuelas de cine de todo el mundo. Son 6 minutos y 165 planos. De ahí que escribiera John Kobal: "Ritmo, movimiento y repetición se convirtieron en elementos fundamentales del método Eisenstein durante el rodaje de El acorazado Potemkin. Al discutir la famosa secuencia de las escalinatas de Odessa, dijo: “El movimiento caótico (de una masa), dentro del movimiento rítmico (de los soldados). Un aspecto del ritmo del movimiento (el agolpamiento de la gente), dentro de la siguiente escena del mismo tema del ritmo del movimiento (el cochecito rodando). Movimiento hacia abajo dentro del movimiento hacia arriba”. Cuando Brian De Palma –concluye este crítico norteamericano– estaba rodando Los intocables de Eliot Ness en 1986 y necesitó una secuencia de terror y suspense, copió la famosa escena del cochecito de El acorazado Potemkin, y la situó casi intacta en su propia película".

No obstante, la magistral obra de Eisenstein no sería rigurosa con la Historia. El especialista Marc Ferro ha mostrado la enorme influencia del contexto en que fue realizada, destacando su gran valor testimonial. Pero aún hay más: el británico D. J. Wenden dedicaría un libro a explicar la verdad histórica de la Revolución de 1905, que la cinta obviamente manipula. Con todo, el filme soviético vencería a todos los historiadores; pues el relato fílmico estaba tan impreso en el imaginario colectivo que el público se creyó la leyenda.

Asimismo, la represión que evoca la secuencia de las escalinatas de Odessa nunca existió como tal. El propio S. M. Eisenstein reconoció que hizo una sinécdoque (las partes por el todo). Una vez más se constata la importancia del Séptimo Arte no sólo como medio didáctico, sino como fuente y agente de la Historia Contemporánea.

Aun así, El acorazado Potemkin ha sido un filme “maldito”. No estrenado oficialmente en España hasta 1977, su exhibición fue prohibida por las dos dictaduras existentes entre 1923-1930 y 1939-1975. Incluso durante la II República, sólo se autorizó su estreno en la Guerra Civil; aunque la película de Eisenstein se había presentado en sesiones privadas de diversos cine-clubs, a través de la distribuidora Film Popular, que pertenecía al Partido Comunista (luego productora del PCE y bajo la égida del PSUC, en Barcelona).

AVATARES.- Por otra parte, en noviembre de 1936, muchos cines de barrio de Madrid proyectaban esta cinta, entonces autorizada por el gobierno del Frente Popular. "Las historias nacionalistas –escribió el hispanista Roger Mortimore– han insinuado que fue responsable del asesinato del 70 por ciento de los oficiales navales españoles en manos de la tripulación al comenzar la guerra; en realidad eso se debió a las órdenes telegráficas que dio el ministro de Marina, José María Giral". Y citando al historiador Carlos Fernández Cuenca, añade: "Las tripulaciones degradaron a los oficiales que, al alinearse con Franco, habían roto su juramento a la República, entregaron el mando al jefe de máquinas y ordenaron la distribución de las armas". Esos avatares dieron una fama insospechada al filme de Serguéi Mijáilovich Eisenstein, hoy un clásico de la cinematografía mundial.

(Publicado en ABCD las Artes y las Letras, 26-VI-2005).