viernes, abril 29, 2011

MI EXPERIENCIA CINEMATOGRÁFICA

Impresionante plano de El gran combate

El proyecto pedagógico de Alain Bergala, que fusiona cine y escuela, gana importancia a medida que pasa el tiempo, así que hemos decidido hablar de él de una forma muy especial. En primer lugar con dos entrevistas, una al propio Bergala y otra a Núria Aidelman, que lleva a la práctica las ideas del teórico francés en institutos catalanes, dice el Editorial del último número de la revista Contrapicado.
En segundo lugar, proponemos un pequeño homenaje a lo que Bergala llama “la primera revelación cinematográfica”, aquel momento de infancia o primera adolescencia en el que el cine nos atrapó, nos subyugó, nos ató para siempre con su haz luminoso. Por eso hemos pedido a redactores y amigos que nos contaran cuál fue su primera revelación cinematográfica, esa experiencia original personal e intransferible.


De ahí que personalmente contestara la propuesta que me hizo el especialista Albert Elduque




Como tantos otros profesionales del cine, yo también he tenido una experiencia como Alain Bergala. Las películas significaron para mí, cuando era pequeño, un “soñar despierto”, una ventana abierta al mundo: cada semana, con mi amigo y vecino Ramón, veía un programa doble en un cine de barrio. Y después comentábamos o jugábamos a lo que habíamos visto y vivido en alguno de aquellos filmes.

El recuerdo más antiguo que tengo es de la película que habré visionado más veces: Solo ante el peligro (High Noon, 1952), que íbamos a ver repetidamente, buscando en salas apartadas donde la proyectaban. Y su protagonista, Gary Cooper -que no el director, Fred Zinnemann- era mi ídolo. Me fascinaban su personaje e interpretación. Y me dediqué en aquellos años adolescentes a ver todas sus películas. Tanto es así que mi amigo y familiares me llamaban “el Gary”. Yo quería ser actor, como él.


Seguí viendo cine, hasta seis películas por semana. Pero otro western me fascinó cuando ya era mucho más mayor: El gran combate (Cheyenne Autumn, 1964), de John Ford. Entonces sí me fijé en el director. La defensa de los pieles rojas -después de haber visto tantas películas en que eran los "malos"- me emocionó; así como la coherencia moral y estética de John Ford, la perfecta unidad entre fondo y forma. Y dije: Quiero dedicarme profesionalmente al cine.


Pero como no tenía cualidades para ser actor ni realizador, me hice crítico de cine. Empecé leyendo revistas y libros especializados, asistiendo a sesiones de cineclub, dirigiendo sesiones de cine-forum y comencé a escribir breves reseñas de las películas que iba viendo, hasta que conseguí que una revista de Zaragoza -Pantallas y escenarios- aceptara un artículo sobre El cardenal (The Cardinal, 1963), de Otto Preminger. Fue mi debut, en marzo de 1965, tres páginas en el núm. 46. Y a partir de esa fecha, no he dejado de escribir sobre cine: primero como colaborador de esa revista, después en el semanario Mundo y Cinestudio y finalmente escribiendo reseñas de estrenos que formarían parte de mis futuros libros.


Por esa época, tuve otra experiencia cinematográfica que marcó mi vida: pensé que para que el público apreciara el Séptimo Arte había que prepararlo desde la escuela. De ahí que me ofreciera a diversos colegios como profesor de esta materia. Impartí cursos de cine -teóricos y prácticos, con proyecciones de películas y realización de cortos en Súper 8 mm- en seis centros educativos de Catalunya. Fue un trabajo muy gratificante: todavía me encuentro antiguos alumnos que me paran en los aeropuertos, en el vestíbulo de una sala o por la calle y me agradecen que les enseñara a ver cine.


Eso me motivó a hacer la carrera de Filosofía y Letras. Y, conducido por mi colega y maestro Miquel Porter, hice una tesis doctoral sobre cine, que defendí en 1980. A partir de ahí, comprendí que tenía que dedicarme a la enseñanza universitaria, y gané una plaza como profesor ayudante de Historia del Cine en la Universitat de Barcelona. La publicación de libros, asistencia a congresos, dirección de tesis doctorales, impartición de clases, creación de un centro de investigación... llenaron mi vida hasta hoy, que acabo de obtener la cátedra de esta materia -Historia Contemporánea y Cine. Cinema en España y Catalunya- en la misma UB.


Mi vida, por tanto, es el Cine -con mayúscula-, ésa es mi estimada profesión. En dos entrevistas de La Vanguardia, me calificaron así: “A la vida por el cine” y “Un hombre de cine”. Y como enamorado del Séptimo Arte, espero acabar mis días.



(Publicado en la revista online Contrapicado. Escritos sobre cine, núm. 40, abril 2011, http://contrapicado.net/)

sábado, abril 23, 2011

PERSPECTIVAS SOBRE EL CINE ESPAÑOL CONTEMPORÁNEO

Icíar Bollaín, durante el rodaje de También la lluvia



Con este título -añadiendo "según José María Caparrós"-, el crítico de cine boliviano y doctorando en el Departamentro de Antropología e Historia de América de la Universitat de Barcelona, me entrevistó este mes para una revista especializada de su país. Reproducimos esta conversación.



Por ANDRÉS LAGUNA



Desde su invención, el cine ha sabido retratar con lucidez la idiosincrasia y la historia de los pueblos, ha sido un cronista privilegiado, un instrumento para la memoria colectiva. Eso es algo que sabe José María Caparrós Lera (1943), uno de los académicos españoles más respetados y prestigiosos en el estudio de la relación entre el Cine y la Historia. Doctor en Filosofía y Letras, miembro de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España y de la Acadèmia del Cinema Català, antiguo crítico de cine (“Mundo”, “Cinestudio”), profesor titular de Historia Contemporánea y Cine, Director del Centre d'Investigacions Film-Història de la prestigiosa Universidad de Barcelona, Caparrós Lera es el gran especialista en el cine de la Segunda República, ha publicado más de cuarenta libros. Su trabajo ha inspirado e influido a un sinnúmero de otros estudiosos, por tanto, me es difícil pensar en alguien más lúcido, serio y apropiado para pedirle que haga un pantallazo de la actualidad del cine español. Infatigable, amable y con gran generosidad, respondió a una serie de preguntas que le realicé con la precisión y el tino que siempre lo han caracterizado.


- Andrés Laguna (AL): El cine español ha sido generoso con la humanidad, nos ha ofrecido un sinnúmero de obras maestras y autores fundamentales como Luis Buñuel, Luis García Berlanga, Carlos Saura, Jesús Franco, Pedro Almodóvar o Fernando Trueba. ¿Cree que el cine español contemporáneo está a la altura de sus grandes figuras históricas?


- José María Caparrós (JMC): Pienso que no. Pero hay una nueva generación –que yo he denominado en mis últimos libros Joven Cine Español– muy prometedora. Son aquellos cineastas, hombres y mujeres, nacidos después de la muerte de Franco o que no han padecido la dictadura, que están haciendo un cine más fresco y que sintoniza más con el público actual. No añadiré nombres, para no dejarme a nadie en el tintero.


- AL: Más allá de los nombres más célebres y mediáticos ¿Cree que hay un cine español propositivo e interesante?


- JMC: Por supuesto que sí. Hay un cine autóctono que conecta con la gente de hoy, pues toca temas cotidianos que interesan a todos. Ahora sí diré un nombre y un título reciente: Icíar Bollaín y su excelente También la lluvia. Se trata de una película valiente e innovadora, que merecía haber ganado todos los Goya este año. Sin duda, pasará a la historia como uno de los mejores filmes del cine español de la democracia.


- AL: Existe una serie de extraordinarios y jóvenes realizadores, pienso en Isaki Lacuesta, Marc Recha o Lluís Galter, que a pesar de haber logrado un considerable éxito de crítica todavía no han podido ganarse al público masivo, ni siquiera al público español ¿Cómo explica este fenómeno?


- JMC: Ciertamente, son algunos de esos nombres que no he querido citar antes. Lo que ocurre es que hacen un cine de autor muy innovador y, por tanto, minoritario, del que sólo gozan los entendidos y cinéfilos. Pero yo les animaría a seguir por ese camino, el cual ya ha sido andado por firmas como los vanguardistas José Luis Guerín o Albert Serra, y no les ha ido mal; pues han ocupado “covers” en revistas especializadas incluso extranjeras.


- AL: El reciente y arrasador triunfo de Pa negre de Agustí Villaronga en los Goya, además de reconocer a un cine español que no sólo habla en castellano, parece ser una declaración de principios, una manifestación muy política ¿se podría decir que el cine español está recuperando la pluralidad lingüística y cultural que perdió a partir de la dictadura de Franco?


- JMC: En efecto. Lo recuperó en la época de la Transición política, y ahora ha vuelto a recuperarlo con esta premiada película catalana. España es una nación plural, y debe respetarse la lengua autóctona de cada territorio histórico-cultural. De ahí que haya que celebrar la acogida de los miembros de la Academia Española a esta película pensada y hablada en catalán.


- AL: Salvo por las cintas de Pedro Almodóvar y de Alejandro Amenábar, es muy difícil que una película española sea estrenada en salas comerciales fuera de la Península ibérica ¿Cree que esa es una situación que se pueda revertir?


- JMC: Uno de los directores generales de cine del franquismo, el “progresista” José María García Escudero, siempre manifestó que al cine español le faltaba un pulmón: la exportación y exhibición de sus películas allende las fronteras. Pero esa situación no sólo es nuestra, sino de la mayoría de países –pienso ahora en Latinoamérica–; pues las pantallas mundiales están “colonizadas” por la industria de Hollywood.


- AL: Las nuevas tecnologías, como la utilización del video digital y de otros soportes mucho más baratos que el celuloide, han revolucionado la producción cinematográfica. ¿Qué efectos cree que ha tenido en el panorama español?


- JMC: Lo realmente importante de este nuevo fenómeno es la democratización del audiovisual. Ahora todo el mundo puede hacer cine…, no sólo los más poderosos económicamente. No me atrevo a vaticinar qué pasará en España, pero pienso que será para bien.


- AL: Se sabe que el 2010, desde un punto de vista meramente comercial, fue un año menos fructífero que el 2009. Es decir, el público fue menos a las salas de exhibición a ver cine español ¿Cuáles cree que fueron las causas.


- JMC: Según las últimas estadísticas, hemos bajado un 3,9% respecto al año anterior. Pero no ha sido una mala temporada, artísticamente hablando. Lo que ocurre es que la crisis económica ha afectado también a la asistencia en salas, pues el espectador se lo piensa más… Por otra parte, el fenómeno de la “piratería” puede haber influido sobremanera.


- AL: Ante el panorama actual ¿Cuál cree que es el rol que debe jugar el crítico de cine en España?


- JMC: He sido crítico cinematográfico durante muchos años (1965-1982), y tengo la convicción que no influimos demasiado. Así que no va a cambiar en el panorama actual. Como mucho, el público intelectual ya lee lo que escribe su crítico preferido, pero después va al cine igualmente; aunque sea para contrastar esa opinión con la suya.


- AL: Algunas de las publicaciones especializadas más prestigiosas, como Cahiers du Cinéma o Sight & Sound, han estado debatiendo con insistencia sobre la gran crisis que enfrenta la crítica de cine “profesional”, ¿cree que sucede lo mismo en España? ¿Se puede hablar de una verdadera crisis de la crítica de cine profesional?


- JMC: No sé si se puede hablar de crítica de cine “profesional”. Si bien los críticos la ejercen con seriedad, es muy difícil vivir de esta profesión. De ahí que uno la tenga que combinarla con otro trabajo. ¿Crisis? Puede ser. Pero yo me dedico ahora a la enseñanza de la Historia Contemporánea a través del Cine.


- AL: ¿Cómo ve el futuro del cine español?


- JMC: Bien. Se trata de dar más alas a los jóvenes. Y que los espectadores les apoyen. Mejor que el Estado. Por aquello que decimos los catalanes: Qui paga, mana (quién paga, manda).



(Publicada en Cinemacine. Revista on-line sobre cine boliviano e internacional - Edición 21, http://www.cinemacine.com/