viernes, septiembre 16, 2016

LA CITA ANUAL CON WOODY ALLEN: "CAFÉ SOCIETY", UNA OBRA ARTÍSTICA DE CATEGORÍA


El gran director neoyorquino vuelve cada año a las carteleras con una película.
Esta temporada se ha superado y nos ha deleitado con una pieza genial


Café Society (2016) es un excelente film, acaso un tanto menor si lo comparamos con otras obras de su prolífica filmografía, pero digno de este maestro del cine, que a los 80 años sigue en forma como creador.

Ante todo, su nueva película es un retrato crítico del mundo hollywoodiense de los años 30, lleno de amor e ironía; y una original evocación de la sociedad de Nueva York durante la Gran Depresión, con el “gran mundo” y los gángsters del período de la “ley seca”. Con una perfecta ambientación de la Meca del Cine y de la Ciudad de los Rascacielos, en plena crisis económica y moral -la fotografía de Vittorio Storaro es muy brillante y la iluminación y el vestuario están cuidados hasta el mínimo detalle-, Woody Allen demuestra que es un auténtico maestro del arte de las imágenes al ofrecer también un agudo estudio de mentalidades de una época plena de miserias y asimismo de esplendor.

Pero, a la vez, Café Society es una comedia romántica, que resulta conmovedora y equilibrada, melancólica y algo triste, donde Jesse Eisenberg hace de su álter ego, y están espléndidos los personajes Kristen Stewart y Blake Liberty, como “partenaires”, y el veterano Steve Carell, en su papel de agente de artistas de Hollywood.  

No obstante, dejemos hablar al propio autor sobre la génesis de su película: “La historia que se cuenta transcurre cuando yo tenía tres a cuatro años, y la ambienté en ese mundo porque soy un gran devoto de la vida social de esa época. Siempre me encantó escuchar historias, algunas que me narró mi padre y otras contadas por escritores y periodistas sobre Café society, un fenómeno en Estados Unidos, que se repitió en todo el mundo. Hoy no saben lo que significa, pero en ese entonces se refería a los cafés en los que se encontraba gente atractiva. En muchos países terminaron cambiando el nombre de la película porque no entienden ese concepto. Pero en Nueva York, y California en menor medida, Café society era un fenómeno muy glamuroso, en el que la gente de la alta sociedad, los directores, los mafiosos y los políticos se reunían en los sitios de moda. Yo leí sobre estos sitios mientras crecía y siempre quise visitarlos, pero fueron desapareciendo (…) Estoy seguro de que en realidad eran sitios mucho menos coloridos que como los imaginaba, como suele ocurrir en la vida. Pero yo leía en las columnas de chismes sobre ellos y así fue como adquirí mis conocimientos sobre el tema”.

Por otro lado, al final del relato, Woody Allen vuelve a los temáticas que parecen preocuparle sobremanera, especialmente en unos diálogos entre el hermano gángster del protagonista y entre él y los padres de ambos. De nuevo aparecen las constantes de la muerte y del Más allá, de la religiones católica y judía, y hasta de la existencia de Dios. Al mismo tiempo, se aprecia en la narración una denodada búsqueda del amor verdadero, imposibilitado por el sentimentalismo, la vanidad, los intereses económicos y la infidelidad.


Acusado de cierto fatalismo en las relaciones humanas -algo más próximo al nihilismo que al cinismo que nos tenía acostumbrados-, esta cita anual de Woody Allen encantará a sus seguidores -que somos muchos- y a los amantes del séptimo arte tradicional, sin efectos especiales. Estamos, pues, ante una obra artística de categoría. 


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