La 79 edición de los preciados galardones de la Academia de Hollywood ha optado más por lo “políticamente correcto”
El triunfo de Martin Scorsese, uno de los más discutidos maestros del cine americano, ha confirmado que los miembros de la Meca del Cine continúan premiándose a sí mismos. Con 19 candidaturas latinas –un récord en la historia de los Oscar–, Hollywood no se ha atrevido a decantarse del todo por las películas ni los cineastas hispanos
La nominada Babel, del mexicano Alejandro González Iñárritu, ha sido la gran derrotada: sólo una estatuilla dorada –a la Mejor música original (Gustavo Santaolalla)–, mientras que la menos innovadora Infiltrados de Scorsese –una pieza menor en su filmografía, aunque se nota que sabe hacer cine de veras– se ha llevado los principales galardones.
En el apartado a la Mejor película de habla no inglesa tampoco ha triunfado la más lograda El laberinto del fauno, del también mexicano Guillermo del Toro –aunque es una coproducción con España–; en cambio, esta película ha ganado merecidamente tres Oscars: Mejores fotografía (Guillermo Navarro), Dirección artística (Eugenio Caballero y Pilar Revuelta) y Maquillaje (a los catalanes David Martí y Montse Ribé, segundos premiados de esta nacionalidad; pues el primero fue el cameraman barcelonés Néstor Almendros, por Días del cielo, en 1978). Sin embargo, los académicos se han decantado por la ópera prima del alemán Florian Henckel von Donnersmarck, La vida de los otros, una contundente denuncia a la stasi, la policía secreta de la RDA, de triste memoria.
Pero en el más preciado apartado de las estrellas, un veterano actor de afronorteamericano, Forest Whitaker, se impondría a los galanes de Hollywood por su papel como el dictador Idi Amin Dada en El último rey de Escocia; mientras que nuestra compatriota Penélope Cruz sería derrotada –como era de esperar– por la también veterana Helen Mirren, por su magistral interpretación de la reina de Inglaterra en The Queen (a quien rindió un sentido homenaje en la ceremonia). Francamente, la última “chica Almodóvar” de Volver tuvo que conformarse con lucir su figura y el esplendoroso vestido.
La gala fue larga pero brillante –más profesional y menos pesada que la de los Goya de la Academia Española–, y el maestro italiano Ennio Morricone –injustamente olvidado por la vieja Meca del Cine– al final sería reconocido como compositor de antológicas bandas sonoras.
Con todo, este año triunfó lo “políticamente correcto” –como se evidenciaría en el referido discurso de la Mirren, con su homenaje a Isabel de Inglaterra (quien ya le ha invitado a tomar el té en el palacio de Buckinham), o en el discreto premio a Cartas desde Iwo Jima, del gran Clint Eastwood (Mejor montaje de sonido); a la vez que la magistral tríada de la penúltima hornada de Hollywood –Francis Coppola, Steven Spielberg y George Lucas–, junto a Jack Nicholson, arropó a su amigo Martin Scorsese en su doble galardón. El autor de Toro salvaje y El aviador –otras seis veces nominado– no se podía jubilar sin la preciada estatuilla.
El triunfo de Martin Scorsese, uno de los más discutidos maestros del cine americano, ha confirmado que los miembros de la Meca del Cine continúan premiándose a sí mismos. Con 19 candidaturas latinas –un récord en la historia de los Oscar–, Hollywood no se ha atrevido a decantarse del todo por las películas ni los cineastas hispanos
La nominada Babel, del mexicano Alejandro González Iñárritu, ha sido la gran derrotada: sólo una estatuilla dorada –a la Mejor música original (Gustavo Santaolalla)–, mientras que la menos innovadora Infiltrados de Scorsese –una pieza menor en su filmografía, aunque se nota que sabe hacer cine de veras– se ha llevado los principales galardones.
En el apartado a la Mejor película de habla no inglesa tampoco ha triunfado la más lograda El laberinto del fauno, del también mexicano Guillermo del Toro –aunque es una coproducción con España–; en cambio, esta película ha ganado merecidamente tres Oscars: Mejores fotografía (Guillermo Navarro), Dirección artística (Eugenio Caballero y Pilar Revuelta) y Maquillaje (a los catalanes David Martí y Montse Ribé, segundos premiados de esta nacionalidad; pues el primero fue el cameraman barcelonés Néstor Almendros, por Días del cielo, en 1978). Sin embargo, los académicos se han decantado por la ópera prima del alemán Florian Henckel von Donnersmarck, La vida de los otros, una contundente denuncia a la stasi, la policía secreta de la RDA, de triste memoria.
Pero en el más preciado apartado de las estrellas, un veterano actor de afronorteamericano, Forest Whitaker, se impondría a los galanes de Hollywood por su papel como el dictador Idi Amin Dada en El último rey de Escocia; mientras que nuestra compatriota Penélope Cruz sería derrotada –como era de esperar– por la también veterana Helen Mirren, por su magistral interpretación de la reina de Inglaterra en The Queen (a quien rindió un sentido homenaje en la ceremonia). Francamente, la última “chica Almodóvar” de Volver tuvo que conformarse con lucir su figura y el esplendoroso vestido.
La gala fue larga pero brillante –más profesional y menos pesada que la de los Goya de la Academia Española–, y el maestro italiano Ennio Morricone –injustamente olvidado por la vieja Meca del Cine– al final sería reconocido como compositor de antológicas bandas sonoras.
Con todo, este año triunfó lo “políticamente correcto” –como se evidenciaría en el referido discurso de la Mirren, con su homenaje a Isabel de Inglaterra (quien ya le ha invitado a tomar el té en el palacio de Buckinham), o en el discreto premio a Cartas desde Iwo Jima, del gran Clint Eastwood (Mejor montaje de sonido); a la vez que la magistral tríada de la penúltima hornada de Hollywood –Francis Coppola, Steven Spielberg y George Lucas–, junto a Jack Nicholson, arropó a su amigo Martin Scorsese en su doble galardón. El autor de Toro salvaje y El aviador –otras seis veces nominado– no se podía jubilar sin la preciada estatuilla.
(Publicado en www.cinemanet.info, 4-III-2007).