Este verano se han estrenado otros documentales excelentes, realizados por cineastas españoles, que valen la pena visionar
En efecto, el dibujante Miguel Gallardo y su hija María, de 12 años, son los protagonistas de una película de no ficción que ha centrado el interés del gran público: María y yo (2010), de Félix Fernández de Castro.
Miguel Gallardo es un reconocido dibujante e ilustrador barcelonés –Premi Nacional del Còmic de la Generalitat–, creador de “Makoki”, personaje de un cómic underground de los ochenta, que ha saltado al arte de las imágenes en movimiento con esta biografía de su hija, autista.
Combinando los dibujos y viñetas con el relato documental, Fernández de Castro ha puesto en escena una gran historieta autobiográfica –como si de un tebeo se tratara–, aprovechando la semana de vacaciones que pasó Gallardo con su hija, en Canarias. Esa aproximación humana al mundo del autismo y el cariño familiar resultan impresionantes, hasta incidir hondamente en el ánimo del espectador.
Como escribió el crítico Lluís Bonet Mojica –que califica a María y yo como sencilla, compleja y brillante–, “la película transmite optimismo, amor y el mensaje de que la esperanza puede ser una realidad en sí misma. Una realidad construida en estos cuadernos de Miguel Gallardo donde los dibujos se transforman en un alentador diario visual (...). Pocas veces la vida, el cine y los sentimientos se habían expresado con tan arrebatadora espontaneidad. Y con tanto sentido del humor/amor. Dos términos aquí nada antitéticos. No se pierdan –termina este gran colega de La Vanguardia– tan maravilloso diario sobre realidades hasta hoy sólo imaginadas” (16-VII-2010).
Únicamente hay que oír hablar a la madre, May Suárez, y ver el cariño y paciencia del padre, para comprender la felicidad de Marieta Gallardo dentro de ese mundo autista al que ahora podemos acercarnos gracias al género documental.
Por otra parte, el cineasta Juan Manuel Cotelo (Madrid, 1966), que debutó en 1998 con El sudor de los ruiseñores, también nos ha dado otra lección por medio de un relato biográfico, que da un salto aún más trascendente. Narra la trayectoria del sacerdote Pablo Domínguez, que murió a los 42 años escalando el Moncayo.
Pero no piense el lector-futuro espectador de La última cima (2010) que se trata de una película carca, sino del sencillo testimonio de una vida entregada a los demás. Como dice el realizador madrileño -a quien conocí cuando trabajada en EditMedia-, “Pablo era un cura listo, guapo y simpático que tuteaba a Dios”. Personalmente, lo pude comprobar cuando me sorprendió con una de sus famosas pláticas al entrar en una iglesia de Barcelona.
De Pablo Domínguez hablan sus amigos, familiares y almas a las que dirigía espiritualmente, e incluso varios obispos, a lo largo del documental. Una película excelente y nada ambiciosa, que presenta el propio Cotelo dirigiéndose al espectador. Además, se combinan esos testimonios con declaraciones en plena calle de distintas personas entrevistadas sobre el sacerdocio hoy.
El doctor Domínguez fue decano de la Facultad de Teología de San Dámaso y ha dejado huella en muchas almas, que reconocen ante la cámara su heroísmo en lo cotidiano, su gran generosidad y su amor a la libertad.
Por eso, La última cima se ha transformado en un fenómeno mediático, como ha reconocido la misma Academia del Cine Español. También lo pude comprobar cuando visioné este muy recomendable documental, al que cada día acude numeroso público a quien se le saltan las lágrimas como me ocurrió a mí.
Por otra parte, el cineasta Juan Manuel Cotelo (Madrid, 1966), que debutó en 1998 con El sudor de los ruiseñores, también nos ha dado otra lección por medio de un relato biográfico, que da un salto aún más trascendente. Narra la trayectoria del sacerdote Pablo Domínguez, que murió a los 42 años escalando el Moncayo.
Pero no piense el lector-futuro espectador de La última cima (2010) que se trata de una película carca, sino del sencillo testimonio de una vida entregada a los demás. Como dice el realizador madrileño -a quien conocí cuando trabajada en EditMedia-, “Pablo era un cura listo, guapo y simpático que tuteaba a Dios”. Personalmente, lo pude comprobar cuando me sorprendió con una de sus famosas pláticas al entrar en una iglesia de Barcelona.
De Pablo Domínguez hablan sus amigos, familiares y almas a las que dirigía espiritualmente, e incluso varios obispos, a lo largo del documental. Una película excelente y nada ambiciosa, que presenta el propio Cotelo dirigiéndose al espectador. Además, se combinan esos testimonios con declaraciones en plena calle de distintas personas entrevistadas sobre el sacerdocio hoy.
El doctor Domínguez fue decano de la Facultad de Teología de San Dámaso y ha dejado huella en muchas almas, que reconocen ante la cámara su heroísmo en lo cotidiano, su gran generosidad y su amor a la libertad.
Por eso, La última cima se ha transformado en un fenómeno mediático, como ha reconocido la misma Academia del Cine Español. También lo pude comprobar cuando visioné este muy recomendable documental, al que cada día acude numeroso público a quien se le saltan las lágrimas como me ocurrió a mí.
Sin duda, ver María y yo y La última cima nos harán reflexionar sobre el sentido de la vida, su valor y el Más allá, y saldremos mejores del cine.