El lunes acudí a la gala de los Premios "Gaudí", otorgados por Acadèmia del Cinema Català, en una fiesta a la que asistió la profesión y los nuevos políticos de Catalunya. Aquí va mi reseña sobre la película que arrasó con 13 galardones
Cataluña, años 40. En la primera posguerra española, en una aldea de la comarca de Osona malviven personas que sufren la represión de la Dictadura franquista y la propia incomprensión de sus conciudadanos. Odios y venganzas, secretos y mentiras, agobian a una familia tachada de “roja”. Y las grandes víctimas, serán sus hijos pequeños. Acaba en tragedia.
Dura película del mallorquín Agustí Villaronga, que vuelve a insistir en las consecuencias de la Guerra Civil española (El mar, 2000), dentro del estilo un tanto morboso y obsesionado por la violencia que le caracteriza como cineasta (Tras el cristal, 1987; 99.9, 1997; Aro Tolbukhin. En la mente del asesino, 2002) y como director televisivo (El pasajero clandestino, 1995; Després de la pluja, 2007). Ahora toma pie en una novela de Emili Teixidor, Pa negre, y en otros relatos de este autor, para bucear en la miseria humana, la corrupción y lo abyecto, a fin de realizar una obra de arte feísta.
Dura película del mallorquín Agustí Villaronga, que vuelve a insistir en las consecuencias de la Guerra Civil española (El mar, 2000), dentro del estilo un tanto morboso y obsesionado por la violencia que le caracteriza como cineasta (Tras el cristal, 1987; 99.9, 1997; Aro Tolbukhin. En la mente del asesino, 2002) y como director televisivo (El pasajero clandestino, 1995; Després de la pluja, 2007). Ahora toma pie en una novela de Emili Teixidor, Pa negre, y en otros relatos de este autor, para bucear en la miseria humana, la corrupción y lo abyecto, a fin de realizar una obra de arte feísta.
Villaronga (Palma de Mallorca, 1953) presentó su filme en el Festival de San Sebastián’2010, donde la protagonista Nora Navas obtuvo la Concha de Plata a la Mejor actriz. Algunos críticos han relacionado su áspera e intensa película con otros filmes sobre la corrupción de la inocencia infantil a causa de la violencia, como La noche del cazador (Charles Laughton, 1955) o Viento en las velas (Alexander Mackendrick, 1965); aunque también de le podría emparentar con El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973) o con sendas obras de Guillermo del Toro, El espinazo del diablo (2001) y El laberinto del fauno (2006).
Estamos, por tanto, ante una película cruda y amarga, triste y desoladora, donde apenas cabe un resquicio a la esperanza, la cual ofrece un retrato de la Cataluña profunda que difícilmente complacerá al espectador. Vemos, con todo, cómo se justifica el realizador, tras asegurar que las cintas citadas no son referentes que haya tenido presente: "Pero es cierto que también se trata de una historia de iniciación desde el punto de vista de un niño. La noche del cazador es una de mis películas preferidas, y Pa negre tiene en común una atmósfera mágica, sobre todo cuando los niños están a solas; cuando comencé a escribir el guión derivaba más hacia el género fantástico, pero poco a poco se fue desnudando y quedó en un ligero componente mágico ligado a la imaginación de las criaturas. Emili Teixidor me dio total confianza desde el principio. Como en el original tiene tanto peso la vida interior del niño, le propuse incorporar materiales de otras novelas suyas, para conseguir una narración más cinematográfica y que la historia se entendiera más por la acción externa. Cuando tuve el guión acabado le gustó mucho y estuvo unos días trabajando en los diálogos, para rebajar el tono literario y mantener el lenguaje de la época sin que resultara anacrónico. Hemos mantenido el título de Pa negre, ya que es un best-seller, pero es sobre todo una aproximación al universo de Teixidor".
Y sobre el ambiente claustrofóbico de Pan negro, concretaría con estos términos su voluntad de expresión: "Está presente a pesar de mí mismo, ya que hay bastantes exteriores; pero el bosque donde transcurre la acción acaba siendo un mundo cerrado y malsano. Hay muchos espacios diferentes, a diferencia de mis anteriores películas, pero se mete mucho en el interior de los personajes. La ambientación tiene un cierto aire intemporal. Está muy desnuda, los decorados tienen pocos muebles, todo son paredes secas, húmedas y polvorientas. Los personajes son un poco fantasmales, hemos evitado referencias políticas, ni hay ni el yugo y las flechas ni el retrato de Primo de Rivera. Esto hace que la historia de universalice, porque un drama de este tipo puede pasar en cualquier guerra. Es una historia sobre los ideales y la traición". (Cfr. sus declaraciones, en Avui, 15 de octubre de 2010, p. 32; la traducción del catalán es mía).
En efecto, Pa negre habla, ante todo, de los ideales traicionados, de la esperanza perdida, de la desconfianza y el desaliento, de la vergüenza propia y ajena, de odios y humillaciones, de la maldad humana y de la venganza, de la pobreza extrema y la explotación...; en fin, de la parte negra de la condición humana, sin arrepentimiento ni perdón.
Y sobre el ambiente claustrofóbico de Pan negro, concretaría con estos términos su voluntad de expresión: "Está presente a pesar de mí mismo, ya que hay bastantes exteriores; pero el bosque donde transcurre la acción acaba siendo un mundo cerrado y malsano. Hay muchos espacios diferentes, a diferencia de mis anteriores películas, pero se mete mucho en el interior de los personajes. La ambientación tiene un cierto aire intemporal. Está muy desnuda, los decorados tienen pocos muebles, todo son paredes secas, húmedas y polvorientas. Los personajes son un poco fantasmales, hemos evitado referencias políticas, ni hay ni el yugo y las flechas ni el retrato de Primo de Rivera. Esto hace que la historia de universalice, porque un drama de este tipo puede pasar en cualquier guerra. Es una historia sobre los ideales y la traición". (Cfr. sus declaraciones, en Avui, 15 de octubre de 2010, p. 32; la traducción del catalán es mía).
En efecto, Pa negre habla, ante todo, de los ideales traicionados, de la esperanza perdida, de la desconfianza y el desaliento, de la vergüenza propia y ajena, de odios y humillaciones, de la maldad humana y de la venganza, de la pobreza extrema y la explotación...; en fin, de la parte negra de la condición humana, sin arrepentimiento ni perdón.
Si la novela de Emili Teixidor cargaba las tintas, Agustí Villaronga parece recrearse en ese triste panorama. De ahí que el propio autor manifestara también sobre este entorno viciado y malsano: “A través de los personajes descubrimos las terribles consecuencias de la guerra, como si ilumináramos una fotografía antigua y en una esquina apareciesen desdibujados unos personajes grises y descubriésemos su vida íntima, llena de contradicciones y miserias cotidianas, alejándonos de la tentación de mitificarlos como a héroes y, sobre todo, de juzgarlos. No explica hechos sórdidos sino dramáticos; tan dramáticos como los que pueden haber pasado a muchas familias de este país. He huido del discurso ideológico, he preferido un discurso emocional”, concluye.
No obstante, el premiado cineasta mallorquín está más comedido aquí en sus concesiones que en las anteriores películas, y en su adaptación fílmica evita caer en el maniqueísmo –que no haya buenos y malos– ni en el fácil costumbrismo, o del cliché de los filmes sobre la Guerra Civil y la posguerra española, para incidir en ese cierto tono universal que, por otra parte, posee un grave inconveniente: el espectador queda bastante distanciado del relato, como un mero observador, sin apenas participar anímicamente en el drama.
Se trata, pues, de una película coral, cuyos personajes esconden unos hechos del pasado que les enredan como si fuera una telaraña, precipitándose un tanto en su explicación final. De ahí que el crítico Nando Sardà recriminara que “por momentos Villaronga se muestra como un narrador caótico: ocurren demasiadas cosas a la vez que, afortunadamente, no llegan a distraernos de las inquietantes cuestiones que Villaronga plantea acerca de la decencia humana”. (“Fantasmas de la guerra”, en El Periódico de Catalunya, 15 de octubre de 2010).
Aun así, Pa negre (título que hace referencia al pan que se comía en la España de la autarquía y el racionamiento) está muy bien interpretada –especialmente por el niño Francesc Colomer, si bien a veces se hace bastante difícil entender su cerrada dicción catalano-mallorquina–, con un plantel de intérpretes conocidos por las series televisivas, como los galadonados Marina Comas, Roger Casamajor y Nora Navas, secundados por actores tan famosos como Sergi López y el también premiado Eduard Fernández, en sus arquetípicos roles de alcalde y maestro del primer franquismo, respectivamente.