La última película de la actriz y directora Icíar Bollaín no fue la gran triunfadora de la XXV edición de la sonada Gala de la Academia Española. Sólo tuvo tres "Goyas", pero en la opinión de muchos especialistas -entre ellos los miembros del Círculo de Escritores Cinematográficos, que recibió los principales galardones- es el mejor filme del pasado año. He aquí mi reseña crítica
Bolivia, año 2000. Un equipo cinematográfico español aterriza en este sufrido país andino para rodar un filme sobre la llegada de Colón. A tal fin, el productor –el duro y pragmático Costa– contrata a numerosos extras para interpretar a los nativos; mientras el director –el idealista y sensible Sebastián– se atreve a dar un papel principal al indígena Daniel, un luchador por las libertades de su pueblo. En pleno rodaje, en la localidad de Cochabamba estalla la famosa Guerra del Agua (a causa de la pretendida privatización de una multinacional), que pondrá en peligro la realización de la película. Pero Costa y Sebastián no podrán quedar al margen de la violencia gubernamental y se implican personalmente en el conflicto.
Cine dentro del cine, es la nueva realización de Icíar Bollaín. Una obra artística de categoría, que fue seleccionada por la Academia Española para representar a nuestro país en los Oscar de Hollywood 2010, pero que al final no sería nominada al Mejor filme de habla no inglesa.
Cine dentro del cine, es la nueva realización de Icíar Bollaín. Una obra artística de categoría, que fue seleccionada por la Academia Española para representar a nuestro país en los Oscar de Hollywood 2010, pero que al final no sería nominada al Mejor filme de habla no inglesa.
No obstante, el libreto se debe a un cineasta extranjero: Paul Laverty –el habitual guionista de Ken Loach–, hoy unido sentimentalmente a la directora madrileña. Así relata Bollaín, ya lejos de su notable trabajo como actriz, la génesis de su sexta película: "El guión de También la lluvia ha seguido un camino largo, de varios años. Paul (Laverty) empezó escribiendo un argumento enteramente de época, que cubría los viajes de Colón, sus primeros años en el Nuevo Mundo, y después continuaba con Bartolomé de las Casas. Era un guión muy compacto y apasionante, pero Paul decidió traer esa historia al presente, y relacionar aquella explotación y resistencia indígena encontrada por los españoles en el siglo XVI con lo que ocurre actualmente en Latinoamérica.
La Guerra del Agua, ocurrida en el año 2000 en Cochabamba, era un buen ejemplo de resistencia civil ante la privatización de un bien tan preciado y vital como el oro: el agua. En el guión, Paul logra relacionar las dos cosas contando el rodaje de una película de época en Bolivia.
A mí, cuando lo leí, me pareció un enorme y apasionante reto, porque como directora tenía que contar de alguna manera tres películas en una: por un lado, rodar una película de época, por otro, contar el conflicto del agua y por último, narrar el rodaje y el viaje personal de los personajes principales, Sebastián y Costa, y las decisiones que van tomando a medida que se complican las cosas, ya que el conflicto va interfiriendo poco a poco en el rodaje de la película.
En medio de las tres historias, tanto en el montaje como en el rodaje, he intentado siempre encontrar aquellos momentos que mostraran la evolución del personaje. A veces era una mirada, otras veces un momento de soledad del personaje, y en ocasiones el silencio. Porque siempre tuve claro que el conflicto y la emoción de la película surgían del choque de estos dos personajes y de la percepción de Costa de otra realidad, mucho más cruda, mucho más dura: en esa realidad vive Daniel".
Francamente, Icíar Bollaín ha salido muy airosa de este gran reto. Con un montaje alternante y un ritmo dinámico –el espectador se siente en todo momento arrastrado por la trepidante narración–, logra implicar sentimentalmente al público en el drama íntimo de los protagonistas, a la vez que ofrece una reflexión nada maniquea de la Conquista de América.
La Guerra del Agua, ocurrida en el año 2000 en Cochabamba, era un buen ejemplo de resistencia civil ante la privatización de un bien tan preciado y vital como el oro: el agua. En el guión, Paul logra relacionar las dos cosas contando el rodaje de una película de época en Bolivia.
A mí, cuando lo leí, me pareció un enorme y apasionante reto, porque como directora tenía que contar de alguna manera tres películas en una: por un lado, rodar una película de época, por otro, contar el conflicto del agua y por último, narrar el rodaje y el viaje personal de los personajes principales, Sebastián y Costa, y las decisiones que van tomando a medida que se complican las cosas, ya que el conflicto va interfiriendo poco a poco en el rodaje de la película.
En medio de las tres historias, tanto en el montaje como en el rodaje, he intentado siempre encontrar aquellos momentos que mostraran la evolución del personaje. A veces era una mirada, otras veces un momento de soledad del personaje, y en ocasiones el silencio. Porque siempre tuve claro que el conflicto y la emoción de la película surgían del choque de estos dos personajes y de la percepción de Costa de otra realidad, mucho más cruda, mucho más dura: en esa realidad vive Daniel".
Francamente, Icíar Bollaín ha salido muy airosa de este gran reto. Con un montaje alternante y un ritmo dinámico –el espectador se siente en todo momento arrastrado por la trepidante narración–, logra implicar sentimentalmente al público en el drama íntimo de los protagonistas, a la vez que ofrece una reflexión nada maniquea de la Conquista de América.
Por un lado, a través de la historia del indio Hatuey –primer resistente a los conquistadores–, se muestra un triste episodio histórico del ejército colombino. Y por otro, se hace hincapié en el coraje de dos miembros de la Iglesia que denunciaron con la doctrina católica el maltrato y abuso de los indígenas; concretamente, la que hizo el padre dominico Antonio de Montesinos –primer misionero que se pronunció en defensa de los nativos, en 1511– y también la más célebre del ayer discutido Fray Bartolomé de las Casas –gran protector de los indios y precursor de los derechos humanos, hoy considerado uno de los fundadores del Derecho Internacional moderno–, quien evidenció la codicia y crueldad de los conquistadores, enfrentándose a todo un Imperio, y que actualmente está en proceso de beatificación.
Sin ningún aire feminista –tampoco lo había en la anterior obra de Bollaín, Mataharis–, la crítica de cine madrileña Ana Sánchez de la Nieta valoraría así un filme que califica de redondo y metacinematográfico: "Su trabajo roza la perfección, y lo que podría haber sido una acumulación de ideas, tramas y personajes se desarrolla en escena con la precisión de un reloj suizo. Hay frescura, naturalidad, vida, las historias que se cruzan y descruzan, la ficción y la realidad se confunden... Pero también hay líneas de dialogo ejemplares, reflexiones profundas, críticas afiladas y realismo, sin llegar nunca a caer en un planteamiento maniqueo que sobrevuela amenazadoramente la película. Hubiera sido fácil hacer una cinta de buenos y malos: de indios buenos y europeos malos, o al revés; de cineastas liberales y curas explotadores, o al contrario. Hubiera sido muy fácil, pero entonces no estaríamos ante una película tan notable que ya en su cartel (“Hay algunos que quieren cambiar el mundo. Pocos quieren cambiarse a sí mismos”) indica que para hablar de la Historia, de la pobreza, de la marginación, del choque cultural o de la conquista no se puede ser simplista. La realidad es más compleja, pero también mucho más atractiva y, como demuestra Icíar Bollaín, mucho más dramática y cinematográfica. La carrera de Icíar Bollaín es una de las más ejemplares del cine español. Cada película que rueda es mejor que la anterior. (Cfr. Aceprensa, 29 de diciembre de 2010).
Todo ello, secundado con una excelente ambientación e interpretación, a cargo de Luis Tosar, Gael García Bernal, Carlos Aduviri y Karra Elejalde -"Goya" al Mejor actor de reparto-. Y la siempre idónea banda sonora de Alberto Iglesias, quien, junto a la mejor dirección de producción, fue también premiada por la Academia Española.
Todo ello, secundado con una excelente ambientación e interpretación, a cargo de Luis Tosar, Gael García Bernal, Carlos Aduviri y Karra Elejalde -"Goya" al Mejor actor de reparto-. Y la siempre idónea banda sonora de Alberto Iglesias, quien, junto a la mejor dirección de producción, fue también premiada por la Academia Española.
En efecto, También la lluvia es uno de los filmes más importantes del 2010. Ganó por un "Goya" a Balada triste de trompeta, del dimisionario presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, el polémico Álex de la Iglesia, pero sería derrotado por Pa negre (véase reseña más abajo), que se llevó nueve estatuillas.
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