El más famoso cómico neoyorquino, acaba de estrenar su última película, Midnight in París (2011), que ha sido recibida con enorme éxito aquí, en Estados Unidos y allende las fronteras
Francamente, me ha encantado esta nueva comedia romántica de Woody Allen, otra vez solo detrás de la cámara. Si con Vicky Cristina Barcelona (2008), se estrelló artísticamente, con la presente realización ha confirmado su maestría como autor. Se nota que entiende más y ha captado mejor a los parisinos que a los barceloneses.
No obstante, como en aquel primer filme coproducido por Jaume Rores (Mediapro), Allen ofrece más la visión que tienen los norteamericanos de la cultura europea y de sus gentes; al tiempo que evidencia los defectos de sus compatriotas. En Midnight in Paris hace hincapié en los años 20 del siglo pasado y, al final, en la Belle époque. La capital de Francia –que ya había “protagonizado” su película Todos dicen I love you (1996)– sale mucho mejor retratada que la Ciudad Condal; aunque también se ofrezcan “tarjetas postales” animadas en su prólogo, pero que sirven para introducir al espectador en la fábula.
No obstante, como en aquel primer filme coproducido por Jaume Rores (Mediapro), Allen ofrece más la visión que tienen los norteamericanos de la cultura europea y de sus gentes; al tiempo que evidencia los defectos de sus compatriotas. En Midnight in Paris hace hincapié en los años 20 del siglo pasado y, al final, en la Belle époque. La capital de Francia –que ya había “protagonizado” su película Todos dicen I love you (1996)– sale mucho mejor retratada que la Ciudad Condal; aunque también se ofrezcan “tarjetas postales” animadas en su prólogo, pero que sirven para introducir al espectador en la fábula.
Aun así, sólo ha hecho una concesión: la intervención de la hoy primera dama Carla Bruni como figurante, en ese pequeño pero logrado papel (3 minutos) de guía turística.
Con todo, dejemos que nos hable el propio Allen sobre su voluntad de expresión: “Disfruto mucho presentando París al público tal y como la veo. Como con Nueva York, que yo la presento de una forma y otros directores de otra, alguien podría venir y rodar París de forma completamente distinta. Yo quiero presentarla a mi manera, proyectando mis sentimientos sobre ella. Supongo que siempre habrá temas oscuros en mis películas –añadió el cineasta estadounidense–, pero en esta película, la verdad es que no los trato, son temas menores. El tono y el énfasis de Midnight in Paris es más romántico y ligero”.
Ciertamente. Pero también toca como de pasada dos de las tres constantes que le obsesionan sobremanera: la muerte-Más allá y el sexo-amor; mostrando una vis más cómica que trascendente –dentro de un tono hedonista, nostálgico y sentimental–, si bien puede lograr la reflexión íntima del espectador intelectual; especialmente, con el discurso de Hemingway en el coche, donde habla de la perduración de la vida a través del amor. Porque, ante todo, su nueva obra es un filme intelectual, que gustará no solo a los fans de su cine, sino también al gran público más agudo.
Calificada por algunos colegas como una obra menor, no me parece acertada esta calificación. Para mí se trata de una de las películas más entrañables, inteligentes y originales que Woody Allen ha realizado en este nuevo milenio. Igual se manifestaría un exigente colega catalán: “El tono ligero y sin pretensiones y la originalidad de la idea (que da juego a muchos gags) convierten a Midnight in Paris en uno de los mejores filmes del director neoyorquino de los últimos años.” (Bernat Salvà, “Embruixat per París”, en Avui, 12-V-2011).
Perfectamente protagonizada por Owen Wilson –nuevo alter ego de Allen, a quien saca enorme partido– y Rachel McAdams, cuenta con una gran creación de la “oscarizada” Marion Cotillard (La vie en rose), en el papel de Adriana –la antigua modelo de Picasso– y un sinfín de interpretes que encarnan a personajes tan célebres como Gertude Stein, Salvador Dalí, Francis Scott Fitzgerald y su esposa Zelda, Ernest Hemingway, Joséphine Baker, Man Ray, Pablo Picasso, Cole Porter, Matisse, Gauguin, Toulouse-Lutrec, el torero Belmonte o Luis Buñuel. Sobre éste, Woody Allen concibe un gag muy ingenioso cuando el protagonista le sugiere el argumento de El ángel exterminador y el maestro del surrealismo en imágenes no entiende el porqué.
Asimismo, en su homenaje a la histórica capital europea, también pone en tela de juicio la idealización y el escapismo hacia el pasado al que tendemos las personas. Pienso que Allen es un gran conocedor de los sentimientos y de la psicología humana.
Con todo, dejemos que nos hable el propio Allen sobre su voluntad de expresión: “Disfruto mucho presentando París al público tal y como la veo. Como con Nueva York, que yo la presento de una forma y otros directores de otra, alguien podría venir y rodar París de forma completamente distinta. Yo quiero presentarla a mi manera, proyectando mis sentimientos sobre ella. Supongo que siempre habrá temas oscuros en mis películas –añadió el cineasta estadounidense–, pero en esta película, la verdad es que no los trato, son temas menores. El tono y el énfasis de Midnight in Paris es más romántico y ligero”.
Ciertamente. Pero también toca como de pasada dos de las tres constantes que le obsesionan sobremanera: la muerte-Más allá y el sexo-amor; mostrando una vis más cómica que trascendente –dentro de un tono hedonista, nostálgico y sentimental–, si bien puede lograr la reflexión íntima del espectador intelectual; especialmente, con el discurso de Hemingway en el coche, donde habla de la perduración de la vida a través del amor. Porque, ante todo, su nueva obra es un filme intelectual, que gustará no solo a los fans de su cine, sino también al gran público más agudo.
Calificada por algunos colegas como una obra menor, no me parece acertada esta calificación. Para mí se trata de una de las películas más entrañables, inteligentes y originales que Woody Allen ha realizado en este nuevo milenio. Igual se manifestaría un exigente colega catalán: “El tono ligero y sin pretensiones y la originalidad de la idea (que da juego a muchos gags) convierten a Midnight in Paris en uno de los mejores filmes del director neoyorquino de los últimos años.” (Bernat Salvà, “Embruixat per París”, en Avui, 12-V-2011).
Perfectamente protagonizada por Owen Wilson –nuevo alter ego de Allen, a quien saca enorme partido– y Rachel McAdams, cuenta con una gran creación de la “oscarizada” Marion Cotillard (La vie en rose), en el papel de Adriana –la antigua modelo de Picasso– y un sinfín de interpretes que encarnan a personajes tan célebres como Gertude Stein, Salvador Dalí, Francis Scott Fitzgerald y su esposa Zelda, Ernest Hemingway, Joséphine Baker, Man Ray, Pablo Picasso, Cole Porter, Matisse, Gauguin, Toulouse-Lutrec, el torero Belmonte o Luis Buñuel. Sobre éste, Woody Allen concibe un gag muy ingenioso cuando el protagonista le sugiere el argumento de El ángel exterminador y el maestro del surrealismo en imágenes no entiende el porqué.
Asimismo, en su homenaje a la histórica capital europea, también pone en tela de juicio la idealización y el escapismo hacia el pasado al que tendemos las personas. Pienso que Allen es un gran conocedor de los sentimientos y de la psicología humana.
Rodada en escenarios naturales tan representativos como la librería Shakespeare & Co., los jardines de Monet en Giverny, el palacio de Versalles (jardines y Salón de los Espejos), los museos de l’Orangerie, Rodin y de las Artes Feriales, el mercado Paul Bert, la calle Montagne de St. Geneviève, la plaza del Jardín de Notre-Dame, el muelle de la Tournelle, el puente de Alexandre III, Maxim’s o los restaurantes Le Grand Véfour, Les Lyonnais y Vapérouse, por no citar más, que son una gozada para el espectador, pues evocan el esplendor y la vida de otros tiempos. Se trata, como ha declarado el propio director y guionista, una “carta de amor a París”.
En fin, que vale la pena deleitarse contemplando esta penúltima y surrealista cinta de Woody Allen, próxima al estilo onírico de La rosa púrpura de El Cairo (1985); pues el cineasta de Manhattan ya prepara otra película en Europa, ahora en Roma y con Penélope Cruz como intérprete, junto a Roberto Benigni, Alec Baldwin y Ellen Page. A sus 75, continúa en plena forma como autor.
En fin, que vale la pena deleitarse contemplando esta penúltima y surrealista cinta de Woody Allen, próxima al estilo onírico de La rosa púrpura de El Cairo (1985); pues el cineasta de Manhattan ya prepara otra película en Europa, ahora en Roma y con Penélope Cruz como intérprete, junto a Roberto Benigni, Alec Baldwin y Ellen Page. A sus 75, continúa en plena forma como autor.