Nuevas revelaciones confirman la pasión cinéfila del dictador - Vio más de 2.000 películas en pases privados en El Pardo, entre ellas algunas censuradas
Por CARLES GELI
"Programa de Cinematógrafo que se proyectará ante Sus Excelencias el día 6 de enero de 1946. Noticiario español número 157-B. Imágenes número 53. Descanso. El sargento inmortal. Interpretado por Henry Fonda y Maureen O'Hara. Director: Jhon (sic) Stahl. Producción y distribución: FOX". Con esta pompa se anunció en el palacio de El Pardo la primera sesión de cine documentada de la que hay noticia. La costumbre, que se repetiría varias veces a la semana hasta la muerte del caudillo, ilustra hasta el detalle la secuencia de la que fue una de sus grandes pasiones: el cine.
El catedrático de Historia Contemporánea y Cine Josep Maria Caparrós Lera iba a la caza de indicios que demostrasen la supuesta faceta de Francisco Franco como crítico de cine (bajo seudónimo) en una revista militar cuando se topó con el día a día del cine en El Pardo.
En los archivos de la residencia del dictador, Caparrós se encontró con un fascinante material de estudio que confirma la leyenda urbana sobre la pasión cinéfila del dictador: 2.094 programas de cine correspondientes a otros tantos largometrajes que el dictador, en compañía de su esposa, familiares y amigos selectos, fue visionando en privado a lo largo de las tres últimas décadas de su vida. "Un pozo sin fondo, que nos dirá mucho sobre los gustos y costumbres del Franco cinéfilo", explica este miembro del Centre d'Investigacions Film-Història de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona.
El archivo de visionados no arranca hasta el 6 de enero de 1946. El balance de películas proyectadas arroja una media de dos a la semana. Los domingos era día fijo de sesión. Y agosto, el único mes que queda siempre limpio en esos 31 años de cine doméstico.
El ritual, como se ve, era serio y fiel a los cánones de la exhibición del momento. Franco había habilitado el teatro de los Reyes de El Pardo para las proyecciones, que se hacían siempre por la tarde y empezaban con el inefable Noticiario español, un NO-DO que Caparrós tiene pendiente revisar. "Es muy posible que le pasaran sobre todo aquellos en los que él aparecía". Tampoco sería muy difícil: la presencia del dictador en el tristemente ideologizado informativo se ha cuantificado en 1.376 veces, es decir, en un 34,2% de los programas producidos.
El noticiario podía ir acompañado -o ser sustituido en algunas sesiones- por una entrega de Imágenes, aquellos grandes reportajes monográficos producidos por el No-Do. En ocasiones podían proyectarse cuatro, como el 11 de enero de 1950: En estos años de paz; Veraneo 1947; Montería en El Pardo y Pesca deportiva del salmón. Su final marcaba el obligado descanso antes de proyectar el filme. "¡Eso quiere decir qué pasaba más de media tarde dos días a la semana dedicado al cine!", exclama sorprendido Caparrós.
Tan sorprendente resulta el primer análisis de la calidad de los filmes de un programa que, en su opinión, confeccionaban su amigo, el productor Cesáreo González (Suevia Films), y su misma esposa, Carmen Polo. "Para Franco el cine era un hobby, una manera de pasar el rato, y eso explica que la mayor parte de lo que vio fuera de género, comercial, con mucha comedia, pocos musicales y bastantes western y filmes de aventuras. A falta de un estudio en mayor profundidad, es posible establecer algunos porcentajes: unas tres cuartas partes (1.500) son producciones extranjeras -"casi todas de Hollywood; hay muy poco cine europeo y no he visto ninguna rusa"-, y apenas unas 500 son españolas. Entre ellas, mucho James Bond (Desde Rusia con amor incluida), Los Diez Mandamientos; Ben-Hur; El Padrino y Cabaret. Solo hay tres de Hitchcock.
Todo lo veía doblado al español, y las películas de culto que consumió en todos esos años se pueden contar con las dos manos: El manantial de la doncella, de Bergman; Las noches de Cabiria, de Fellini; El mensajero, de Joseph Losey; El Gatopardo y Luis II de Baviera, de Visconti, y Rashomon, de Kurosawa.
En muy menor medida, también se exhibieron, porque así consta en el estado de los cartoncillos de los programas, películas sin censurar. Apenas un 0,5%. Nueve en total: No hay tiempo para amar (Mitchell Leisen) y Loquilandia (H. C. Potter), ambas vistas en 1946; Alma en suplicio (Michael Curtiz, 1948); Carrusel napolitano (Ettore Giannini) y Ulises (Mario Camerini), las dos exhibidas en 1954; Fedra (Manuel Mur Oti, 1956); Feliz año, amor mío (Tulio Demicheli, 1958); Labios sellados (Karl Malden, 1959), y, cómo no, El Cid (Anthony Mann, 1961). En los tarjetones de los años setenta aparecen clasificadas con las categorías del momento: "Tolerada", "18 años...". Como mínimo, Caparrós ha encontrado una en la lista que estaba prohibida entonces: Cristóbal Colón, con Fredric March, que se exhibió en El Pardo en 1950. Con cinco años de retraso con relación a su estreno internacional, el 12 de enero de 1947, se pasaba Casablanca, a pesar de las referencias a la Guerra Civil española... Con los años, se aventura el investigador, "las películas eran más fuertes". "Están las del comunista Juan Antonio Bardem como Muerte de un ciclista, Calle Mayor y Cómicos, y también otras bastante polémicas, como Furia española, Pepita Jiménez...".
Los filmes llegaban a El Pardo enviados por las propias distribuidoras. "Facilitada por deseo expreso de Walt Disney para ser proyectada a SS EE", se lee en la tarjeta de la sesión del 26 de enero de 1952, la del filme La Cenicienta. Los dibujos animados del creador norteamericano eran cita obligada en las sesiones especiales que el caudillo montaba cercana la efeméride de su nieta María del Carmen, hija de los marqueses de Villaverde, como la que realizó el 26 de febrero de 1955, con siete películas de animación, entre las que estaban las aventuras de Tom y Jerry. El interés por el género del caudillo era muy grande. Como podría demostrar un comentario de Orson Welles -quien en una ocasión aseguró haber visto alguna-, Franco habría realizado películas domésticas de dibujos animados.
Otra sesión muy especial fue la del 3 de diciembre de 1950, donde el No-Do presentaba, por un lado, Marcha nupcial (Boda de la hija de S. E. el jefe de Estado) y, por otro, Viaje a Italia. Realizado por la Excma. Señora doña Carmen Polo de Franco, demostrando que la esposa también tenía veleidades cinematográficas. Amén de las correspondientes imágenes caseras, tras el descanso ese día se proyectaba La máscara de los Borgia, de Leisen, con Paulette Goddard.
De la logística de llevar y devolver las bobinas se encargaba personal del No-Do, de donde provenían también los operadores de la cabina, "que nunca fueron más de tres: Carlos Suárez, Antonio Ravenga (ambos fallecidos) y Jorge Palacio, aún vivo, pero muy mayor", contextualiza Caparrós. En cualquier caso, el estudioso es consciente de que Franco también debía mirar, solo, filmes delicados. Lo hace sospechar que entre los 2.094 largometrajes estén dos de Berlanga: ¡Bienvenido Mister Marshall! (este, sin estrenar, lo vio el 10 de febrero de 1952) y Calabuig. No aparece, sin embargo, El verdugo, que "consta que vio y le molestó sobremanera". Algo parecido sucedió con Viridiana, de Buñuel.
Es 1954 fue cuando la familia Franco vio más películas, 79, según el cuadro que ha confeccionado ya Caparrós y en el que se detecta un paulatino bajón en el número de proyecciones a partir de la década de los sesenta, que atribuye al impacto de la televisión. Aun así, en 1975, el año de la muerte de Franco, en El Pardo se proyectan 44. En la última sesión, del 26 de octubre, a menos de un mes de su fallecimiento, el documental ("en color") es Pasaporte para la paz, y el filme, El veredicto, de André Cayatte, con Sofhia Loren y Jean Gabin. ¿Un guiño de película?
(Publicado en El País, 21-VIII-2011, pp. 45-47)