Como miembro de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España asistí a la entrega anual de premios. He aquí mi crónica.
Como en otras ediciones, fue invitado a la Gala de los “Goya”. Es una buena ocasión para saludar a los colegas y conectar con el denominado Mundo de la Farándula, que también es el mío como veterano crítico e historiador del Séptimo Arte.
Las actrices lucían sus mejores vestidos, aunque la fiesta fue aguada por la lluvia y el frío –al día siguiente nevaría en Madrid– y, también, por los manifestantes que se reunieron con pancartas frente al Palacio de Congresos, protestando contra la represión por las descargas de Internet y del sistema de subvenciones al cine español, aparte de un grupo de trabajadores de TVE que está en paro.
Las actrices lucían sus mejores vestidos, aunque la fiesta fue aguada por la lluvia y el frío –al día siguiente nevaría en Madrid– y, también, por los manifestantes que se reunieron con pancartas frente al Palacio de Congresos, protestando contra la represión por las descargas de Internet y del sistema de subvenciones al cine español, aparte de un grupo de trabajadores de TVE que está en paro.
Con todo, la Gala conducida por Andreu Buenafuente fue brillante. Y los principales galardones se los llevó la comentada Celda 211 (véase reseña más abajo), pues el thriller carcelario de Daniel Monzón obtuvo ocho “Goyas”: Mejor película, director, guión adaptado, actor protagonista (Luis Tosar), actriz de reparto (Marta Etura), actor revelación (Alberto Ammann), montaje y sonido; mientras la otra candidata –la discutida Ágora de Alejandro Amenábar– recibió siete, la mayoría técnicos, entre ellos Mejor guión original que, en mi opinión, no merece (véase asimismo crítica).
Le siguieron en “Goyas”, El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella (Mejor película hispanoamericana y a la actriz revelación, Soledad Villamil), y con dos estatuillas, Yo, también –Mejor actriz principal, Lola Dueñas, que derrotó a la presente Penélope Cruz; y la canción original de Guille Milkway–; al tiempo que dos cineastas catalanes triunfaron en sendos galardones: Mar Coll, como Mejor dirección novel por Tres dies amb la família, y Edmon Roch, como Mejor largometraje documental por Garbo, el espía (véanse reseñas en este blog).
La sorpresa del fin de fiesta –hasta el cóctel que se nos brindó entrada la madrugada– fue la llegada de Pedro Almódovar para entregar el “Goya” más codiciado, quien se reconcilió con la Academia Española (ahora sólo falta ganarse a José Luis Garci) y tuvo palabras de afecto para el presidente Álex de la Iglesia, que pronunció a mitad de la Gala un discurso muy comedido y humilde sobre la cinematografía de nuestros amores (y dolores).
Si hay que hablar de un perdedor éste sería Fernando Trueba, que obtaba a nueve premios por El baile de la Victoria y no se llevó ninguno; mientras Los abrazos rotos de Almodóvar sólo alcanzó el “Goya” a la Mejor música original (Alberto Iglesias ya ha batido el récord de estatuillas: ocho). Por último, fue emocionante el Goya honorífico a Antonio Mercero, popular cineasta televisivo que hoy sufre Alzheimer.
No obstante, me gustaría añadir una cosa: se habla del 2009 como un año fabuloso para el cine español, por su gran aumento de la taquilla. Pero, a decir verdad, se debe al éxito de dos películas, Celda 211 y Ágora. Francamente, hasta que no sean media docena los filmes que centren la atención del público, no podremos cantar victoria.