Coincidiendo con el inicio del centenario de “L´Hospitalitat de la Mare de Déu de Lourdes de Barcelona, Sant Feliu de Llobregat i Terrassa”, se ha estrenado en España un documental ficcionado sobre el famoso Santuario francés, que el año 2008 celebró su 150 aniversario.
Se trata de un importante filme testimonial, que retrata el ambiente de Lourdes con enorme respeto, desde la laicidad y evitando todo atisbo de beatería o desmitificación religiosa. Me explicaré brevemente, también con las declaraciones de su realizadora, la cineasta austriaca Jessica Hausner (Viena, 1972).
El relato está centrado en una peregrinación y protagonizado por una joven enferma de esclerosis, postrada en una silla de ruedas, que parece resignada a su suerte y se observa desde fuera. Viaja con una expedición que encabeza una abnegada guía, asistida por jóvenes enfermeras y los familiares y las cuidadoras de los pacientes. Asimismo, todos conviven con los sacrificados miembros de la Orden de Malta, algunos un tanto escépticos, pero atentos a flirtear con las bellas enfermeras. También la presencia de un sacerdote que viaja con el grupo y los funcionarios del Santuario forman parte de esta narración coral.
Hasta aquí, no parece pasar nada; es simplemente la vida cotidiana de Lourdes, con el ir y llegar de los peregrinos, los oficios religiosos, las visitas a la gruta donde se apareció la Virgen a Bernadette Soubirous, la procesión de las antorchas, los baños en la piscina, etc. Pero, una noche, la protagonista –Christine (que encarna la actriz Sylvie Testud de forma natural y muy creíble)– se levanta de su lecho y deja la silla de ruedas ante el asombro de todos. Entonces, con la ayuda del sacerdote, empieza el examen de los médicos para testificar y validar el posible milagro.
Con cierto tono de ambigüedad, debido a su final abierto, la película profundiza en la psicología de las personas, en las reacciones de la joven sanada y de los otros pacientes y acompañantes, que se alegran y sienten envidia a la vez –¿por qué ella y no yo?–, o la anciana cuidadora que advierte que se convertirá en una inútil si la enferma ya no requiere su servicio. Todo esto está apuntado en la película y refleja muy bien la condición humana. Pero veamos cómo valora este film un crítico exigente:
“La guionista y directora austriaca Jessica Hausner cuenta la historia sin aspavientos ni histerismos, con claro respeto al hecho religioso –llama la atención la pausa casi reverencial con que se detiene en ceremonias como la bendición con el Santísimo y la procesión de antorchas, o en las visitas a la gruta–, y sin intención de persuadir o imponer un punto de vista acerca de lo que el espectador ve. Aunque abierta a múltiples lecturas, presenta en pantalla con naturalidad el presunto milagro. Y éste obliga a las preguntas habituales –cuya respuesta desde la fe no consuelan del todo–, acerca del sentido del dolor, del modo en que unos sufren y otros sanan, en lo que se diría capricho de Dios; no se entiende la lógica divina, el modo en que 'reparte' lo que toca a cada ser humano, su estruendoso silencio; e incluso el escándalo que sigue al milagro, las reacciones encontradas de los testigos, de alegrarse pero no del todo. La felicidad perfecta no existe, es una idea recurrente del film. Uno puede experimentar bienestar, pero resulta imposible afirmar cuánto durará aquello, si tras acabar una prueba no estará aguardando otra a la vuelta de la esquina”. (José María Aresté, “Milagro”, en DeCine21).
Rodada en escenarios naturales –con la autorización del obispo de Lourdes y Tarbes, Mons. Perrier–, esta pequeña joya cinematográfica opta por el realismo, y propone al aficionado a este tipo de temas un acercamiento al misterio. Al mismo tiempo, el film huye de las fáciles exaltaciones milagreras y también del laicismo imperante. La misma directora ofreció estas valiosas reflexiones sobre su intencionalidad y voluntad de expresión:
“Ante todo, yo tenía la idea de hacer una película sobre un milagro. Los milagros representan una paradoja, una fisura en la lógica que nos conduce hacia la muerte. Esperar un milagro es en cierto modo la esperanza de que todo va a terminar bien y de que hay alguien que vela por nosotros. He investigado mucho para encontrar el marco adecuado para contar la historia de un milagro y me he fijado en un caso concreto de Lourdes porque yo quería destacar el hecho de que los peregrinos se dirigen allí con la esperanza de vivir un milagro. Se podría pensar que un milagro siempre es positivo: supone la repentina curación de una persona paralizada. Sin embargo, durante mi búsqueda de historias de curaciones, he comprobado que las personas curadas han experimentado una recaída: el milagro no ha durado. Y en ello se encuentra un paralelismo con el lado arbitrario de la vida: algunas cosas nos parecen maravillosas, incluso milagrosas, y luego se convierten en horribles o simplemente triviales”.
Y concluye así su discurso Jessica Hausner: “Mantuvimos varias conversaciones con monseñor Perrier acerca de cómo representar Lourdes. También hablamos de milagros con algunos teóricos. Lo más interesante es que los propios dignatarios católicos son conscientes de la ambivalencia del milagro. Nosotros nos planteamos todas estas preguntas y la Iglesia debería aportar una respuesta. La cuestión del sentido de la vida está en el centro de mi película, pero también lo está en el centro de las reflexiones de la Iglesia”.
Me parece una postura honesta la acometida por la cineasta austriaca. Honrada en sus planteamientos y rigurosa en su sugerente puesta en escena. Con imágenes austeras, se podría decir que a la película no sobra ni falta un plano. Delicado y lleno de connotaciones, este excelente documental ficcionado refleja la idea de que no se puede encontrar una solución. La respuesta acaso está en el Más Allá.
Lourdes recibió el primer premio del Festival de Cine Europeo de Sevilla 2009 y fue galardonada como la Mejor película en el Festival Internacional de Cine de Viena. Y su gran protagonista, Sylvie Testud, no ha ganado el Oscar de Hollywood como hiciera su precedente –Jennifer Jones, la intérprete de La canción de Bernardette (1943), de Henry King–, pero posiblemente como aquélla pasará a la historia del cine mundial.