Durante las 24 Jornadas Humanísticas celebradas en El Grado (Huesca), como en ediciones anteriores, me ha tocado dirigir una sesión de cine-fórum sobre una película reciente.
Ante un público intelectual, en su mayoría estudiantes de Letras, proyectamos Nebraska (2013), de Alexander Payne, y sostuvimos un apasionante debate al final.
He aquí, pues, el texto de mi presentación
Obra maestra del cine "indie" norteamericano, candidata a los Oscar de Hollywood del pasado año, es una película calificada de fascinante y conmovedora, que encantó a la crítica en el Festival de Cannes 2013, cuyo Jurado internacional otorgó a su protagonista, Bruce Dern, la Palma de Oro al Mejor actor,
Pero, ¿quién es su director? Uno de los cineastas más relevantes del cine estadounidense actual. Alexander Payne (nacido en Omaha, Nebraska, en 1961), hijo de emigrantes griegos (se llama Papadopoulos), es autor de seis películas, todas nominadas al Oscar al Mejor director. Reconocido guionista también, por su cuarto film, Entre copas (2004), ganó la estatuilla dorada al Mejor guión adaptado. Se trata de una comedia dramática basada en una novela de Rex Pickett, que ya tocaría un tema que es una constante en su obra: el alcoholismo. Antes, Payne había estudiado en la UCLA y realizado A propósito de Schmidt (2002), con Jack Nicholson como protagonista, donde aparece otro tema clave de su filmografía: la familia; constante que incidirá en otra de sus obras mayores: Los descendientes (2011), nueva comedia con tintes dramáticos que protagonizó George Clooney, producida por el mismo Payne, con un presupuesto de 20 millones de dólares y un rendimiento en taquilla de 177 millones. Y ahora con Nebraska (2013) ha revalidado su categoría como cineasta independiente y "comprometido".
Estamos, pues, ante un film minoritario (costó 12 millones de dólares y obtuvo 17.500.000 $), realizado en color pero exhibido en blanco y negro, relata la odisea de un anciano con síntomas de demencia (Alzheimer), que marcha desde el estado de Montana hasta Lincoln (Nebraska) -por tanto, la América profunda-, para cobrar el premio de un millón de dólares que piensa ha sido agraciado. Y ante esta situación de crisis que ocasiona en su familia, su hijo David -con quien no tiene buena relación por los años de alcoholismo del padre- decide acompañarle, a quienes después se unirá el resto de la familia, la esposa y el otro hijo.
Nebraska es, ante todo, una road movie, una película de carretera y de viaje anímico-existencial, que guarda cierta analogía con otra obra maestra: Una historia verdadera (1999), de David Lynch. Y a través de sus 114 minutos, asistimos a un itinerario físico y a la vez interior, donde mientras avanzan los kilómetros -las millas, para los norteamericanos- y la narración, veremos y viviremos la evolución de esos seres humanos, llenos de miserias, pasadas y presentes, pero también de virtudes y dispuestos a la conversión, al sacrificio del uno por el otro, y a la necesidad de pedir perdón. O al conocimiento propio y ajeno.
En este sentido, Nebraska posee escenas conmovedoras: el hijo David (Will Forte), apoyando al padre, Woody Grant (Bruce Dern) en sus desvaríos, o el padre manifestando no creer que en el mundo haya gente que mienta. Y todo ello, sin caer en moralismos ni en concesiones sentimentales, sino comunicando al espectador la intimidad de unas personas e invitándole a reflexionar, a mirarse uno mismo y acaso plantearnos cómo tratamos a los demás.
La película, asimismo, toca temas universales: la vejez, las relaciones familiares, la amistad, el cuidado de las personas mayores, la soledad, el perdón, la avaricia, el miedo al compromiso, la envidia e incluso la mezquindad humana. O la esperanza, junto al orgullo y la infidelidad pasada, la reconciliación y el mejor de los premios: el amor; en definitiva, ese viejo cascarrabias y débil al final será millonario porque tiene a unos seres queridos -la familia, su hijo David-, que en la recta final de su vida están a su lado porque le aman de verdad, le comprenden, y David está dispuesto a sacrificarse, sin esperar nada a cambio, con dedicación y generosidad [esa fue la idea principal que analizaron los asistentes], en ese viaje al corazón de su padre.
No exento de un agudo sentido del humor -recordemos que Payne es autor de tragicomedias-, como cuando quieren recuperar un compresor que el padre prestó antaño y no le fue devuelto, o cuando pierde la dentadura, Nebraska se presenta un prodigioso blanco y negro -una fotografía luminosa e hipnótica-, en escenarios naturales y con una espléndida y espontánea interpretación -también de los actores no profesionales que intervienen-, al tiempo que ofrece un profundo estudio de mentalidades populares, retratando a la vez la vida rural estadounidense en esta historia llena de humanidad que no deja indiferente al espectador cultivado e intelectual, como es el público de esta sesión.
Finalmente, cabe destacar la gran creación del veterano Bruce Dern (79 años), eterno actor secundario de la Meca del Cine, que ofrece un recital interpretativo, como hiciera en 1978 con El regreso, película sobre la guerra del Vietnam, entre otros trabajos para Alfred Hitchcock y Quentin Tarantino; bien secundado por la excelente partitura musical de Mark Orton, que culmima con un flamante final lleno de significación y ese prodigio de narrativa fílmica -con un montaje invisible heredado de los grandes clásicos (Griffith, Ford)-, que hacen de Nebraska una obra maestra del cine contemporáneo norteamericano.
(26 de agosto de 2015)
Para más información: http://www.jornadashumanisticas.es