El gran director neoyorquino vuelve cada año a las
carteleras con una película.
Esta temporada se ha superado y nos ha deleitado con una
pieza genial
Café Society (2016) es un
excelente film, acaso un tanto menor si lo comparamos con otras obras de su
prolífica filmografía, pero digno de este maestro del cine, que a los 80 años
sigue en forma como creador.
Ante
todo, su nueva película es un retrato crítico del mundo hollywoodiense de los
años 30, lleno de amor e ironía; y una original evocación de la sociedad de
Nueva York durante la Gran Depresión, con el “gran mundo” y los gángsters del
período de la “ley seca”. Con una perfecta ambientación de la Meca del Cine y
de la Ciudad de los Rascacielos, en plena crisis económica y moral -la
fotografía de Vittorio Storaro es muy brillante y la iluminación y el vestuario
están cuidados hasta el mínimo detalle-, Woody Allen demuestra que es un auténtico
maestro del arte de las imágenes al ofrecer también un agudo estudio de
mentalidades de una época plena de miserias y asimismo de esplendor.
Pero,
a la vez, Café Society es una comedia
romántica, que resulta conmovedora y equilibrada, melancólica y algo triste, donde
Jesse Eisenberg hace de su álter ego, y están espléndidos los personajes
Kristen Stewart y Blake Liberty, como “partenaires”, y el veterano Steve
Carell, en su papel de agente de artistas de Hollywood.
No
obstante, dejemos hablar al propio autor sobre la génesis de su película: “La
historia que se cuenta transcurre cuando yo tenía tres a cuatro años, y la
ambienté en ese mundo porque soy un gran devoto de la vida social de esa época.
Siempre me encantó escuchar historias, algunas que me narró mi padre y otras contadas
por escritores y periodistas sobre Café society,
un fenómeno en Estados Unidos, que se repitió en todo el mundo. Hoy no saben lo
que significa, pero en ese entonces se refería a los cafés en los que se
encontraba gente atractiva. En muchos países terminaron cambiando el nombre de
la película porque no entienden ese concepto. Pero en Nueva York, y California
en menor medida, Café society era un
fenómeno muy glamuroso, en el que la gente de la alta sociedad, los directores,
los mafiosos y los políticos se reunían en los sitios de moda. Yo leí sobre
estos sitios mientras crecía y siempre quise visitarlos, pero fueron
desapareciendo (…) Estoy seguro de que en realidad eran sitios mucho menos
coloridos que como los imaginaba, como suele ocurrir en la vida. Pero yo leía
en las columnas de chismes sobre ellos y así fue como adquirí mis conocimientos
sobre el tema”.
Por
otro lado, al final del relato, Woody Allen vuelve a los temáticas que parecen
preocuparle sobremanera, especialmente en unos diálogos entre el hermano
gángster del protagonista y entre él y los padres de ambos. De nuevo aparecen
las constantes de la muerte y del Más allá, de la religiones católica y judía,
y hasta de la existencia de Dios. Al mismo tiempo, se aprecia en la narración una
denodada búsqueda del amor verdadero, imposibilitado por el sentimentalismo, la
vanidad, los intereses económicos y la infidelidad.
Acusado
de cierto fatalismo en las relaciones humanas -algo más próximo al nihilismo
que al cinismo que nos tenía acostumbrados-, esta cita anual de Woody Allen
encantará a sus seguidores -que somos muchos- y a los amantes del séptimo arte
tradicional, sin efectos especiales. Estamos, pues, ante una obra artística de
categoría.
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