Ayer visioné en el cine Boliche
de Barcelona la última película del maestro Zhang Yimou, el más grande
realizador chino, que arremete hoy contra el Gobierno de Mao Zedong
Regreso a casa (Coming
Home, 2014) ha llegado con retraso a nuestras pantallas. Valientes, como el
empresario Alfons Mas, se han atrevido a programarla para los buenos
aficionados. Porque este nuevo film minimalista de Yimou resulta una lección de
hacer cine.
En un viaje a Madrid, me tocó como compañera de asiento en el AVE a una diplomática china, y al hablarle de este gran cineasta, vi que era persona non grata para el gobierno comunista. Tuve que recordarle que “recurrieron” a él cuando Steven Spielberg rechazó realizar la ceremonia de los Juegos Olímpicos de Pekín (Beijing) por la represión en la plaza de Tiananmén, en 1989.
En un viaje a Madrid, me tocó como compañera de asiento en el AVE a una diplomática china, y al hablarle de este gran cineasta, vi que era persona non grata para el gobierno comunista. Tuve que recordarle que “recurrieron” a él cuando Steven Spielberg rechazó realizar la ceremonia de los Juegos Olímpicos de Pekín (Beijing) por la represión en la plaza de Tiananmén, en 1989.
En Regreso a casa, el premiado director chino -galardonado en festivales de cine extranjeros, no en la República Popular China, donde ha sido muchas veces censurado- evoca las consecuencias de la llamada Gran Revolución Cultural Proletaria, organizada por el líder del Partido Comunista Chino (PCCh) entre 1966 y 1976, y dirigida contra altos cargos del partido e intelectuales a los que Mao y sus seguidores acusaron de traicionar los ideales revolucionarios, al ser, según sus propias palabras, “partidarios del camino capitalista”. Su principal objetivo, a ojos de sus partidarios, fue el de paliar el llamado “divorcio entre las masas y el partido” que se estaba produciendo en China.
Mao Zedong, apoyado por un sector dirigente del Partido (la denominada Banda de los Cuatro), utilizó una gigantesca movilización estudiantil (los Guardias rojos) para desacreditar al sector derechista, procapitalista (encabezada por Liu Shaoqi, Peng Zhen y Deng Xiaoping), dentro del PCCh. Esta recorrió todo el país, afectando también a las áreas rurales, terminó por extenderse a la clase obrera y, finalmente, a los soldados del Ejército Popular, convirtiéndose en un cuestionamiento generalizado contra las autoridades del Partido, que amenazaba con escapársele de las manos. Este proceso dio lugar a la conformación de comités populares de obreros, soldados y cuadros del PCCh por cerca de la mitad del país, los cuales funcionaban como órganos de doble poder popular en las distintas tareas de administración y gobierno; situación que Mao logró encauzar. Esta situación duró hasta 1976 -año en que murió el dictador-, momento en que un golpe de Estado militar encabezado por Deng Xiaoping, con una dura represión, restauró en el poder a la facción encabezada por él mismo, procedió al arresto de la Banda de los Cuatro y la vuelta al statu quo, emprendiendo los cambios en la economía que, bajo el nombre de socialismo con características de mercado, iniciarían la vuelta a la economía de mercado capitalista.
Zhang Yimou no nos
cuenta esta historia, sino habla de las repercusiones que tuvo ese triste
período en su gran país. Y al mismo, tiempo desmitifica al dictador,
especialmente en una secuencia donde tras la representación de una ópera
revolucionaria, todos saludan -artistas y público- enfebrecidos con el célebre Libro Rojo de Mao en la mano.
Asimismo,
antológica es la secuencia de la detención del protagonista en la estación de
ferrocarril, con las imágenes del puente, la búsqueda de su esposa, la
persecución de su hija -que había denunciado a su padre- y el continuo paso de
los trenes. Un alarde del mejor cine jamás filmado.
La pérdida de la
memoria de la protagonista -su antigua “musa” Gong Li, que aún conserva la
belleza- es una metáfora genial, que debería recordar el actual Gobierno chino,
y me extraña cómo han autorizado esta impresionante película. O no la han
entendido, o están abiertos al cambio político.
Como escribe el
crítico de La Vanguardia, Lluís Bonet
Mojica, “su guión adapta de nuevo una novela de Geling Yan, exitosa escritora
china afincada en Estados Unidos y que se inspiró en la historia de su propio
abuelo durante la Revolución Cultural. Después de ser recluido en un campo de
trabajo, un disidente regresa a su hogar. Pero su esposa (Gong Li) sufre
amnesia y ya no le reconoce. La que debe intentar poner orden en la casa es su
hija (la joven debutante Zhang Huiwen, una revelación). En los encuentros y
desencuentros irán destapándose las verdades ocultas, así como los estragos
causados por Mao y su férrea dictadura. Aunque el torrente de imágenes vertidas
en la pantalla por Zhang Yimou pueda parecer a veces algo excesivo, Regreso
a casa es una gran película.” (“Deseado retorno”, La Vanguardia, 5-VIII-2016, p. 30).
Asistimos así a un
espectáculo intimista, a una obra de arte de una belleza inaudita, donde Zhang
Yimou demuestra una vez más su madurez como autor, como auténtico creador. No
se pierdan este film, y reflexionen con él sobre la caída y el daño moral que
han hecho todos los dictadores en la historia de la humanidad.
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