Hace más de veinte años, a través
del hoy desaparecido escritor Carlos Pujol, me llegó el encargo de asesorar la
posible adaptación cinematográfica de esta obra catalana de Joan Sales,
considerada como una de las mejores novelas europeas del siglo XX. Hablé con la
viuda del escritor, y quería que se respetase el texto de su marido. Me leí el
original de Incerta glòria, en los
dos volúmenes editados por Edicions 62/la Caixa (1981), y me impresionó. Pero al
final no se llevó a la pantalla. Si no recuerdo mal, el director iba a ser
Francesc Bellmunt. Y la viuda de Sales, Núria Folch i Pi, falleció en el año
2010.
Ahora se ha estrenado la versión
producida por Isona Passola y dirigida por Agustí Villaronga (Palma, 1953), y
me ha defraudado. No está a la altura de la novela del gran escritor y editor,
republicano y católico. Incierta gloria
no ha sido sintetizada por el cineasta mallorquín; más bien ha sido sesgada: omite
a uno de los personajes centrales, el seminarista Cruells, dejando a los otros
protagonistas -la Carlana, Lluís de Brocà, Trini y Juli Soleràs- sólo en el
marco de la Guerra Civil española -concretamente en el año 1937, haciendo
hincapié en el aspecto más sórdido, como hiciera en Pa negre (2010)- y elimina la parte más filosófica del libro
original, cuyo profundo dramatismo, moralidad y calidad o estilo literario ha
sido comparado con Fiódor Dostoievski, Georges Bernanos, François Mauriac o Graham
Greene.
¡Qué lejos está la película de
Villaronga de esos autores! Además, quién no haya leído la novela se encuentra
con los personajes casi de golpe, sin apenas contextualización y descripción
psicológica, y asiste sorprendido a la tragedia. Aun así, cabe reconocer la
espléndida ambientación del frente de Aragón y la Barcelona de aquellos años
(Plaza Palau, Hospital de Sant Pau, los bombardeos a la Ciudad Condal), al
igual que la convincente interpretación de Núria Prims como la Carlana, Marcel
Borràs como el teniente Lluís, Bruna Cusí como Trini, y Oriol Pla como Soleràs,
aunque un tanto desdibujado. Por otra parte, Agustí Villaronga incluye una
cruda escena erótica y algunos desnudos complacientes y obscenidades que no
salían en el texto original; posibilidad que antaño la viuda de Joan Sales quería
que yo me encargara de evitar, además de que se respetara el espíritu del libro.
Sin embargo, ante su incompleta
traducción de la novela, el director se defendió así: “A mí particularmente no
me interesa tanta disquisición cristiana ni tanta duda existencialista sobre la
bondad que enarbola Cruells. Por eso eso sería partidario de fundir los dos
personajes a favor de Soleràs”. Y también manifestó: “Filmar un proceso
intelectual de personajes que hacen disquisiciones morales, metafísicas y
religiosas, como es el caso, es muy difícil, siempre has de ir a los diálogos y
corres el peligro de hacer una cosa pesada y poco reflexiva. El cine no es el
espacio adecuado para este tipo de reflexiones… Se me hace muy difícil reflejar
en imágenes el aspecto intelectual de la obra”. (Cfr. Bernat Salvà, Entrevista
a Agustí Villaronga, en El Punt Avui,
15 de marzo de 2017, p. 34).
Sí el crítico y profesor Àngel
Quintana escribió en el mismo diario catalán una aguda reseña titulada Sense el rerefons catòlic, donde dice que
“el paso del drama existencial a la tragedia sexual provoca algunos desniveles
en la película”, el también especialista Peio Sánchez termina afirmando en su
crítica del film: “La disculpa no es la dificultad llevar al cine una obra de
700 páginas que necesitan ser aligeradas. Ni la solución es despojar a los
personajes de su verdadera hondura dramática para traspasarlos a la dificultad
de amar en tiempos de cólera y de salvar a un niño en medio del desastre. Incierta gloria se merecía algo más y no
un simple cirujano de encargo. Hay en nuestra cultura un vértigo, que podemos
llamar indiferencia, al abismo y a las profundidades. La novela sigue esperando
al lector con la misma actualidad, la película ya es obsoleta.” (Cfr. Incierta gloria: “traduttore,
traditore”, en Catalunya Cristiana,
26 de marzo de 2017, p. 26).
Francamente, si Joan Sales (1912-1983)
y su viuda -Núria Folch- pudieran levantar la cabeza, no aplaudirían.