He aquí la reseña de un film que está batiendo récords de taquilla, superando el primer fin de semana a la comentada Ágora. Se trata de una pieza artística que puede llevarse los principales premios de la Academia Española.
Estamos ante una de las películas más sólidas del último cine español. Drama carcelario, narrado a modo de thriller hollywoodiense y con una alta dosis de suspense y violencia, Celda 211 es la adaptación de una novela de Francisco Pérez Gandull.
Daniel Monzón (El corazón del guerrero, 2000; El robo más grande jamás contado, 2002; La caja Kovak, 2006) la ha puesto en imágenes con enorme precisión. Fascinado por este relato, el propio director y coguionista manifestó:
"Cuando Celda 211 cayó en mis manos, me la leí de un tirón y supe que quería llevarla a la pantalla. La novela tenía un contundente punto de partida, un universo poderoso, reconocible y humano y estaba construida sobre una tensión asfixiante con algunos giros memorables. Como película constituía un reto narrativo de primer orden, dejaba poco margen a otra cosa que no fuera despojar la puesta en escena de artificio y poner la cámara al servicio de los personajes. Había por tanto que conseguir un reparto a prueba de bombas. A película terminada, me es difícil imaginar actores más sólidos y adecuados. Empezando por el dúo protagonista, la banda de presos, el grupo de funcionarios y cada uno de los figurantes entregados en cuerpo y alma a esta aventura".
"Cuando Celda 211 cayó en mis manos, me la leí de un tirón y supe que quería llevarla a la pantalla. La novela tenía un contundente punto de partida, un universo poderoso, reconocible y humano y estaba construida sobre una tensión asfixiante con algunos giros memorables. Como película constituía un reto narrativo de primer orden, dejaba poco margen a otra cosa que no fuera despojar la puesta en escena de artificio y poner la cámara al servicio de los personajes. Había por tanto que conseguir un reparto a prueba de bombas. A película terminada, me es difícil imaginar actores más sólidos y adecuados. Empezando por el dúo protagonista, la banda de presos, el grupo de funcionarios y cada uno de los figurantes entregados en cuerpo y alma a esta aventura".
Ciertamente, tiene razón. El realizador y su equipo técnico-artístico han lindado la obra maestra. Con un ritmo trepidante, deja casi sin respiro al espectador; un público aficionado a este género, que vivirá el apasionante relato y prácticamente sufrirá el drama del joven protagonista. Pues el debutante Alberto Ammann borda su papel de “Calzones”, al igual que el veterano Luis Tosar como el duro “Malamadre”.
Resulta interesante la relación entre ambos personajes –que, en la Mostra de Venecia’2009, algunos críticos quisieron ver insólitamente una atracción homosexual–, así como la evolución psicológico-existencial de éstos, que comienza en enfrentamiento y también humillación, se transforma luego en amistad y respeto, y concluye en admiración y cierta solidaridad.
El mismo Daniel Monzón (Palma de Mallorca, 1968) declararía a la prensa la importancia de esta metamorfosis: "El viaje del espectador es con Calzones, y que su circunstancia y sus decisiones fueran creíbles eran el eje de la película. Jorge (Guerricaechevarría, coguionista) y yo le teníamos mucho respeto a ese personaje y medimos su progresiva transformación, desde ese idealista que quiere resolver el motín y salir con vida, pero al que, a la vez, le ocurre en 30 horas todo lo malo que a uno le puede ocurrir en una vida, lo llevamos muy lejos, de modo que su viaje de algún modo es el inverso a Malamadre". (La Vanguardia, 6 de noviembre de 2009).
En efecto, Juan Oliver, alias “Calzones” –nombre que le pone su antagonista– evoluciona de funcionario a crítico con el sistema penitenciario español; sobre todo, tras el asesinato de su esposa por Utrilla (brillante también Antonio Resines). Y finalmente se enfrentará a sus jefes.
En efecto, Juan Oliver, alias “Calzones” –nombre que le pone su antagonista– evoluciona de funcionario a crítico con el sistema penitenciario español; sobre todo, tras el asesinato de su esposa por Utrilla (brillante también Antonio Resines). Y finalmente se enfrentará a sus jefes.
Por otra parte, los políticos no quedan demasiado bienparados –especialmente por su interés de no entrar en conflicto con los presos de ETA, que están un tanto mimados en la prisión–, ni tampoco las fuerzas de seguridad del Estado, con métodos “persuasivos” utilizados en la Dictadura franquista. Al mismo tiempo, se pone en evidencia el juego sucio de los responsables de la prisión en torno a los pactos y sus confidentes (el “Apache”, por ejemplo), que cuanto menos pone en cuestión la política penitenciaria del país: la escasa calidad de vida de los presos y la inmoralidad de los métodos empleados por las autoridades cuando deciden que el fin justifica los medios. Ahí está, pues, la valentía de los autores del film. Porque si bien nunca citan país alguno ni a un gobierno determinado (aunque fue rodado en la famosa prisión de Zamora), vemos en Celda 211 un retrato no sólo de la España contemporánea, sino de tantas cárceles de allende las fronteras, donde los reclusos están hacinados y acaso salen peor que entraron.
Es obvio que únicamente se trata de una película del género carcelario, y que esta fatalista historia puede ocurrir en cualquier parte; resulta bastante universal. Por eso, Luis Tosar definiría así a su personaje: “Yo veo a Malamadre como un león viejo, cansado y harto de todo, que encuentra una esperanza en medio de la basura”. Y añadió:
"Preparando esta película, he constatado que, en el caso de muchos presos, su desgracia empezó con una tontería y fue luego, en la cárcel, cuando se les complicó la vida realmente. La historia de Malamadre también es así: entró para cumplir una condena mínima, pero como era un tipo bravo se perdió definitivamente entre rejas". (Cfr. Alfonso Asúa, “Entrevista con Luis Tosar”, en Cinerama, núm. 177, noviembre 2009, pp. 40-43).
Tanto este excelente actor –que posiblemente ganará el “Goya” a la Mejor interpretación, al igual que Alberto Ammann será candidato al Mejor actor revelación– como Daniel Monzón y Jorge Guerricaechevaría estuvieron visitando prisiones, hablando con numerosos reclusos y algunos parientes, funcionarios y educadores... a fin de ofrecer mayor rigor y realismo a la dura acción. Una acción que no escatima violencia extrema y excesiva crudeza en el lenguaje, pero que brinda un estudio de mentalidades que sin duda hará reflexionar al espectador.
"Preparando esta película, he constatado que, en el caso de muchos presos, su desgracia empezó con una tontería y fue luego, en la cárcel, cuando se les complicó la vida realmente. La historia de Malamadre también es así: entró para cumplir una condena mínima, pero como era un tipo bravo se perdió definitivamente entre rejas". (Cfr. Alfonso Asúa, “Entrevista con Luis Tosar”, en Cinerama, núm. 177, noviembre 2009, pp. 40-43).
Tanto este excelente actor –que posiblemente ganará el “Goya” a la Mejor interpretación, al igual que Alberto Ammann será candidato al Mejor actor revelación– como Daniel Monzón y Jorge Guerricaechevaría estuvieron visitando prisiones, hablando con numerosos reclusos y algunos parientes, funcionarios y educadores... a fin de ofrecer mayor rigor y realismo a la dura acción. Una acción que no escatima violencia extrema y excesiva crudeza en el lenguaje, pero que brinda un estudio de mentalidades que sin duda hará reflexionar al espectador.
2 comentarios:
Estimado José Mª:
Coincido contigo en que, en efecto, se trata de un thriller trepidante con resonancias "maquiavélicas", pues la moneda de cambio ministerial no es más que un chivo expiatorio como "Calzones" que alimenta el esperpéntico juego político en el que gana el más oportunista. Y tan cierto es como que, en este caso, la estrategia política pasa por sacrificar la vida de un funcionario en aras del orden social que está pronto a romperse cuando ETA responde con las armas al saber que tres de sus miembros corren peligro de muerte entre los presos comunes del recinto carcelario. No importa quién muere sino el crédito político que el Gobierno teme perder ante la población si permite que la banda terrorista actúe a placer. La polémica está servida.
Éste es uno de los pocos filmes de los últimos tiempos de verdadero calado social y político, no sólo porque desvela la deshumanización carcelaria, sino porque pone en tela de juicio el actual "stablishment" político, más preocupado por su imagen que por las miserias que esconden las cloacas del sistema.
Querido Tomás:
Tu oportuno comentario crítico enriquece mucho mi breve reseña de este importate film.
Muchas gracias, colega!
Un abrazo de
José María Caparrós
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