Un repaso por la filmografía del cine español sobre la Guerra Civil,
en el que la mujer ha tenido un papel muy destacado
Por NEREA SIRERA
España, 1936. Una multitud de milicianas anarquistas se agolpan en una pequeña sala de Barcelona para organizarse. La revolución ha comenzado y las jóvenes, escopeta en mano y con ganas de luchar por la libertad, escuchan esperanzadas un discurso a favor de la contienda femenina en el frente. Vítores y aplausos se suceden hasta que perciben el verdadero sentido de las palabras de la militante: deben ayudar a la República lejos de las trincheras, cuidando a los hombres heridos y abandonando los fusiles por las máquinas de coser. Indignada y herida en su orgullo de mujer, Pilar, interpretada por Ana Belén, da un paso al frente decidida y pronuncia un alegato en defensa a la igualdad femenina sin precedentes. “Somos anarquistas, somos libertarias, pero también somos mujeres y queremos hacer nuestra revolución. Queremos morir, pero queremos morir como hombres, no vivir como criadas”, afirma rotunda y carismática la miliciana.
Tres años después, que pasan como una eternidad, la misma España, totalmente desvastada, herida de muerte y teñida ahora del color azul de la victoria, se cobra los crímenes de guerra uno por uno. Encarcelamientos y fusilamientos insensatos se suceden durante meses e incluso años. Entre ellos, el de una madre, cuya carta de despedida sostiene ahora su hijo pequeño, de no más de once o doce años. “Muy querido hijo de mi alma: en estos últimos momentos tu madre piensa en ti. Voy a morir con la cabeza alta sólo por ser buena, tú mejor que nadie lo sabes, hijo mío. Hijo, hijo hasta la eternidad. Recibe, después de una infinidad de besos, el beso eterno de tu madre”, dice Pilar López de Ayala a media (aunque firme) voz.
Estas dos imágenes relatadas, que pertenecen a las películas Libertarias, de Vicente Aranda y Las 13 rosas, de Emilio Martínez Lázaro, muestran una visión particular y distinta de la Guerra Civil española, aunque con un punto en común: ambas colocan a la mujer en primera línea de fuego y la hacen protagonista y partícipe absoluta de la historia. En la primera, un ejército de milicianas pertenecientes a la organización “Mujeres libres”, capitaneada por Pilar, Floren y Charo, luchan por hacerse un hueco en la contienda masculina. En la segunda, basada en hechos reales, 13 adolescentes son fusiladas por haber pertenecido al bando republicano durante la guerra.
Como éstas, otras como La voz dormida, de Benito Zambrano, en la que una joven cordobesa se establece en Madrid para cuidar de su hermana republicana embarazada y en prisión por sus ideales; La mujer del anarquista, de Peter Sehr y Marie Noëlle, que cuenta la lucha de Manuela por encontrar a su marido Justo, desaparecido en la guerra, o el El bosc, de Óscar Aibar, que presenta una visión totalmente marciana del conflicto bélico español, con el personaje de Dora sosteniendo los pilares de su casa mientras el hombre se esconde de una forma nada usual, también eligen a la figura femenina como la heroína de su cuento. En este caso, lejos de combate, pero cerca de la lucha personal y diaria del hambre y la pena.
Estos cuantos largometrajes, que son sólo una pequeña muestra de la extensa filmografía española en torno a esta temática, representan un claro ejemplo de la tendencia del cine a situar a la mujer en dos posturas totalmente opuestas: como participante de la lucha y la acción o, por el contrario, en la retaguardia, como esposa, hija o amante que espera al hombre combatiente. Vicente J. Benet, profesor de Historia del Cine Español de la Universitat Jaume I de Castelló y autor del libro El cine español. Una historia cultural, argumenta el por qué de esta tendencia. “Las películas en las que se muestra a la mujer como parte activa de la contienda son minoritarias, y generalmente proyectan valores de la sociedad contemporánea (el feminismo moderno, por ejemplo, en Libertarias) sobre un periodo en el que no estaban tan presentes. Por otro lado, muchas de estas películas han optado por un patrón melodramático a la hora de reconstruir el pasado, y ahí el papel de la mujer está bastante sometido a las reglas del género”.
Josep Maria Caparrós, Catedrático de Historia Contemporánea y Cine, crítico cinematográfico y Director del Centre d’Investigacions Film-Història de la Universidad de Barcelona,afirma que “casi todos los filmes sobre este tema han sido realizados por hombres”, y defiende que “haría falta mujeres directoras que trataran sobre la visión de la mujer no tanto desde una perspectiva feminista como de género”. “La película de la catalana Rosa Vergés, Iris (foto) es la excepción que confirma esta regla”, explica el historiador.
Al contrario que en las representaciones bélicas tan polarizadas de la ficción, la mujer tomó parte en la contienda real de formas muy variadas. Algunas, las que tenían una gran conciencia política movilizadora, llegaron a ocupar puestos de importancia en el país. El caso más famoso es el de Dolores Ibárruri, más conocida como “La Pasionaria”, considerada como uno de los personajes femeninos más célebres, tanto que llegó incluso a ser diputada y vicepresidenta del Parlamento. Pero no fue la única: Federica Montseny, que fue la primera mujer que ocupó un cargo ministerial, o María Zambrano, ensayista y filósofa, discípula de José Ortega y Gasset, que luchó junto al bando republicano durante la guerra, son algunas de ellas. En el bando nacional, Pilar Primo de Rivera fue la jefa nacional de La Sección femenina de la Falange Española de las JONS, una organización que posibilitó a las mujeres el desempeño de tareas de ayuda a los heridos durante la guerra.
Otras, las menos reconocidas pero con igual o más mérito que las anteriores, trabajaron como enfermeras, cocineras o lavanderas. De entre ellas, muchas eran amas de casa con ganas de colaborar voluntariamente en el cuidado de los caídos o en las tareas industriales de guerra, pero también (aunque las menos) eran milicianas enviadas a la retaguardia tras unos meses en primera línea del frente.
Pese a esta demostrada participación de la mujer, sí hubo, en cambio, diferencias entre ambos bandos. Magí Crusells, Vicedirector del Centre d’Investigacions Film-Història de la Universidad de Barcelona, explica qué importancia tuvo la colaboración femenina en cada uno de ellos. “En la teoría, las mujeres republicanas pasaron a ser personas a la misma altura que los hombres, aunque en la práctica no ocuparon los mismos cargos. En cambio, en la España franquista se defendía a una mujer que fuera sumisa y abnegada y que obedeciera sin resistencia las normas de los hombres y del Estado”.
Tomás Valero, licenciado en historia y autor de Historia de España Contemporánea vista por el cine, argumenta, además, que “la cartelería que exhibía profusamente la propaganda bélica constituía el testimonio gráfico más contundente de las diferencias existentes entre la mujer en uno y otro bando”. “De hecho”, añade, “famosas fueron algunas milicianas. Entre ellas, Lina Odena, Rosario Sánchez o Casilda Méndez, en algunas de las cuales pudo inspirarse Libertarias”.
Sin duda alguna, películas rodadas durante la guerra y la postguerra como Raza, en la que Francisco Franco sintetiza el ideario del buen español de acuerdo a sus ideales; Sin novedad en el Álcázar, que narra el Asedio del Alcázar de Toledo en julio de 1936, uno de los episodios de guerra con victoria nacional, o Sierra de Teruel, donde el escritor francés describe un combate en el que él luchó como aviador del ejército republicano, tratan a la figura femenina de forma tangencialmente distinta a como lo hacen los filmes actuales. En estas historias, la exaltación del hombre de guerra, fuerte y protector, y la omisión de la mujer, cuya única tarea era la de cuidar del marido o del hijo, era lo más habitual.
El punto de inflexión que supuso una evolución en el tratamiento cinematográfico que se había hecho hasta entonces sobre la mujer fue, según los historiadores entrevistados en este reportaje, la transición española.
Josep Maria Caparrós analiza este hecho y argumenta que, durante la Dictadura franquista, “las películas españolas sobre la Guerra Civil eran de propaganda política, por lo que la mujer republicana salía retratada negativamente” pero que, años después, “tras la muerte del dictador y sobre todo en la Transición, se dio otra imagen reivindicativa de la mujer, que ya en plena Democracia incluso apareció como víctima del fascismo e icono progresista”.
Noel Ceballos, crítico de Fotogramas, sitúa el cambio en la década de los noventa, y explica que es en películas como Tierra y libertad, Libertarias, La hora de los valientes o La lengua de las mariposas donde “ya podemos ver personajes de mujer de peso”. “Hasta llegar a Las 13 rosas, que es quizá la única película sobre la guerra civil (junto con Libertarias) a la que se le podría aplicar el adjetivo de ‘femenina’ ”, afirma.
Esta larga evolución del cine bélico español, que llega hasta el día de hoy, es una clara muestra de que el tema de la Guerra Civil, lejos de enterrarse y olvidarse, está más vivo que nunca. Y es que en pleno 2013, y casi 77 años después del golpe de estado que causara el estallido del conflicto, siguen produciéndose historias sobre él. La mula, de Michael Radford, protagonizada por actores tan actuales como Mario Casas y María Valverde y presentada el pasado abril en el Festival de Cine de Málaga, es el más reciente ejemplo de ello. El bosc, nombrada anteriormente y estrenada a finales de 2012; Miel de Naranjas, dirigida por Imanol Uribe, también del pasado año; Pa negre, de Agustí Villaronga y del año 2010, o Los girasoles ciegos, de José Luis Cuerda y estrenada en 2008, lideran una larguísima lista de cintas que hablan directa o indirectamente sobre este capítulo histórico.
Noel Ceballos, que cree que la Guerra Civil “es una herida abierta, una herida social e histórica que aún tardará mucho tiempo en sanarse”, manifiesta también que “del mismo modo que los ecos de la guerra resuenan todavía en la sociedad, siguen resonando en el cine”. El crítico de Fotogramas piensa, además, que todavía quedan algunas posibilidades de mostrar de forma novedosa esta temática, que permitan aproximarse al conflicto rompiendo el tradicional tópico de “otra-peli-de-la-guerra-civil” y, según él, El bosc lo consigue. “La de Aibar es una mirada esquinada, casi la de un extraterrestre que intenta descubrir por qué nos matamos entre nosotros”, afirma.
Tras este pequeño rodeo por la filmografía española sobre la Guerra Civil y su contraste con la realidad, casi parece que la escena relatada al comienzo del reportaje, obra del director Vicente Aranda, se sirva de una completa utopía para relatar unos hechos que no fueron tan idílicos para quienes los vivieron, tantas mujeres luchadoras que se vieron inmersas en una guerra que nadie comprendía entonces y que ni siquiera ahora ha alcanzado a comprenderse. Así lo explica Tomás Valero, que considera que con el estallido de la guerra, “el sueño libertario en el que todos tenían cabida había dejado de existir, y con él la fe en un mundo igualitario, aunque sin olvidar que ese mundo existió durante algún tiempo”. “Sin embargo”, afirma, “en Las trece rosas sí parece persistir ese sueño, al menos en la idea de que la rebeldía de unas pocas mujeres demuestra que esa utopía se dio en algunas de las acciones emprendidas por ellas”.
Borracho, con la petaca en la mano y casi a punto de perder la conciencia, “Lo Fusteret”, un viejo anarquista de un pueblo del Bajo Aragón, discute con “Lo Coixo”, un oportunista cuyo mayor deseo es llegar a poseer a Dora, la mujer de Ramón, que permanece escondido por la guerra. Luchando como puede por mantenerlo lejos de la muchacha, el anciano, interpretado por Josep Maria Domènech, deja claro al joven de forma rotunda el motivo de su continuo amparo hacia ella: “La República era una mujer, al menos hemos protegido a una”.
En una España en la que aún se siguen apreciando las heridas de la Guerra Civil y en la que todavía hoy supervivientes y descendientes de aquellos que lucharon en ella buscan recuperar su propia memoria histórica, el cine bélico es un género que continúa causando debate. El más habitual, el que plantea si la visión del conflicto de una película determinada puede variar según la ideología que tengan su director o los actores que la conforman.
Durante los primeros años de la dictadura franquista y, debido a una férrea censura, parece evidente que todas las historias hablaran de la victoria nacional y el mal hacer de los republicanos durante la guerra. Así, películas como Porque te vi llorar, de Juan de Orduña, que muestran la peor cara de los milicianos al presentar a uno de ellos como violador; Las nieves del Kilimanjaro, del estadounidense Henry King, que obtuvo el visto bueno de Francisco Franco porque mostraba a los republicanos como un grupo desorganizado e incompetente, o la misma Raza, nombrada anteriormente, tenían una clara y marcada ideología.
Más tarde, con la llegada de la democracia, resultaba casi necesario contar historias de guerra de la manera más objetiva posible. Pero, ¿se puede mostrar un tema tan controvertido de forma imparcial?
Noel Ceballos afirma que la ideología en el cine de la Guerra Civil española influye “de manera fundamental”. “No es posible hablar de la Guerra Civil desde una posición objetiva, fría. Es una herida abierta, y aún es muy dolorosa. No sólo por ese atroz mito cainita que siempre nos ha perseguido, sino porque dio como resultado a un dictador que acabó muriéndose de viejo en la cama”, argumenta el crítico.
A este respecto, Tomás Valero opina que la marca que deja la ideología en las películas va más allá del director, por lo que “la huella ideológica de un filme la imprimen tanto el productor, como el director y sus actores”. Explica, además, que el equipo técnico también toma parte en esto. “No son pocas las veces que, no sólo en el aspecto formal sino en el técnico, se atisban las señas de identidad de una época y un lugar determinados”, afirma.
Dentro de todos aquellos que influyen en el proceso de creación de cualquier film, quizás sean los actores los que más tengan que renunciar a sus ideas para interpretar a sus personajes, independientemente de que sus propios ideales coincidan o no con ellos. Un claro ejemplo sobre esto es el recién fallecido Pepe Sancho, quien se pone en la piel de un miliciano que muere por ser republicano en Libertarias igual que representa (aunque brevemente) a un militar del bando nacional en ¡Ay, Carmela!, de Carlos Saura, o pone toda la carne en el asador al dar vida al popular “Don Pablo” de la serie de TVE Cuéntame cómo pasó, un hombre adepto al régimen franquista.
Magí Crusells afirma que, para los actores, “una cosa es la ideología y otra la profesión”. Además, aporta más ejemplos para enriquecer esta opinión. “Emilio Gutiérrez Caba, que personalmente se ha manifestado como progresista, puede interpretar tanto a un miliciano en Las bicicletas son para el verano (Jaime Chávarri) como a un falangista en Réquiem por un campesino español (Francesc Betriu). Otro ejemplo sería el de Fernando Fernán-Gómez, quien en vida mostró sus simpatías por el movimiento anarquista, que en Réquiem por un campesino español interpreta a un terrateniente cacique y en La lengua de las mariposas, de José Luis Cuerda, a un bondadoso maestro republicano defensor de la educación laica”, explica.
Documentales durante y después de la contienda, ficción creada por anarquistas, republicanos o falangistas y cintas españolas o extranjeras. La filmografía española sobre la Guerra Civil es tan extensa que resultaría imposible nombrar y analizar todas las películas que la forman. Por ello, y con el objetivo de destacar y recordar algunas de ellas, los expertos entrevistados en este reportaje crean sus propias clasificaciones y citan sus preferidas.
Noel Ceballos distingue en sus prioridades entre las cintas españolas y las extranjeras. De las primeras destaca “La vaquilla, de Luis García Berlanga y El espinazo del Diablo, de Guillermo del Toro, de la que dice que “quizá sea lo más cerca que estemos nunca de ver adaptada al cine una obra fundamental para entender el coste humano de la guerra: Paracuellos, de Carlos Giménez”.
De entre las realizadas fuera de nuestro país, el crítico elige Bloqueo, de William Dieterle, y “en cuyo guión trabajó (como dialoguista) el escritor James M. Cain”. “Se estrenó en 1938 y surge de un deseo de la izquierda hollywoodiense de apoyar al bando republicano, como se ve en el sensacional documental Hollywood contra Franco”, explica.
Además de las citadas por Noel Ceballos, y aunque muchas no son reconocidas por el público mayoritario, existe un gran número de largometrajes dirigidos por directores extranjeros a los que la guerra española les infundió la suficiente inquietud como para contar su propia historia sobre ella. Estados Unidos creó la mayoría de esas películas y también la primera, Defence of Madrid, dirigida por Ivor Montagu. Junto a ésta, The last train from Madrid (El último tren de Madrid), de James Hogan, que muestra el drama que vivieron todos aquellos que escaparon del bombardeo del Madrid republicano, o el famoso documental Spanish Earth (Tierra de España), con textos de Ernest Hemingway, son sólo algunas de ellas. Sin embargo, Estados Unidos no fue el único, algunos países cercanos a España durante el conflicto también mostraron su propia versión de los hechos en el cine. Francia, con Guernika, de Nemesio Sobrevila, presenta un documental que trata el episodio bélico del bombardeo de esta localidad vasca. Otros como México o Italia también produjeron sus films sobre la Guerra Civil, aunque más tarde, ya durante el periodo de la dictadura franquista.
Magí Crusells y Josep Maria Caparrós establecen su clasificación diferenciando las películas de ficción de los documentales de guerra.
Magí Crusells recomienda como película de ficción Las bicicletas son para el verano, de Fernando Fernán Gómez, “la crónica de unas familias de clase media que viven sus historias personales con humor y momentos de penuria”, cuya ambientación “muestra el Madrid sitiado, que era el símbolo de la resistencia republicana” y con un final que refleja “la desesperanza con la que muchos españoles vivieron el final de la guerra a pesar de no haber cometido ningún delito de sangre ni haber tenido responsabilidades políticas”. Como documental, el historiador destaca La vieja memoria, de Jaime Camino, “porque tiene la virtud de reunir a hombres y mujeres que combatiendo entre sí, a través de un hábil y ágil montaje, analizando los principales hechos de guerra”.
Josep Maria Caparrós, por su parte, rescata de entre sus películas preferidas de ficción, “la discutida Tierra y libertad, de Ken Loach”. Entre los documentales de reconstitución histórica, el crítico e historiador coincide con Magí Crusells y destaca también La vieja memoria.
No faltan los que consideran que el mejor cine sobre la Guerra Civil se realizó durante el desarrollo de la misma. Vicente J. Benet así lo cree y cita algunas de las que considera más significativas. “La película anarquista Reportaje del movimiento revolucionario en Barcelona, de Mateo Santos, da una impresión muy cercana del estado de la ciudad poco después de derrotar el golpe en la capital catalana. Libertarias intenta recrear este ambiente”, explica.
El profesor señala también la importancia que tuvieron las cintas propagandísticas destinadas al público internacional, entre las que subraya la ya nombrada Spanish Earth o L’Espoir, de André Malraux, en el bando republicano; y España heroica, de J. Reig, y Romancero marroquí, de Carlos Velo y E. Domínguez Rodiño, en el bando nacional.
Como sucede con el cine de ficción, en España no han dejado de producirse documentales sobre la Guerra Civil española. La herida sigue abierta y las historias sobre ella también. De las producciones más recientes, Tomás Valero cita La Guerra filmada, producida por RTVE en 2006, y que el historiador describe como “un documento histórico imperdible”.
(Reportaje publicado en CineConElla. El cine español a través de la mujer, www.cineconella.com
mayo 2013)